¿Turista o inmigrante?

Tomado del libro ¿Me quedo o me voy? Inteligencia Migratoria, Ediciones B, Caracas.
Por Harry Czechowicz, Sonia Peña Czechowicz

A diferencia del noviazgo (turismo), el matrimonio (Inmigrante) implica preparación personal, negociación, aceptación de cambios en el otro, adversidad y desarrollo. Cuando estos cambios no suceden, los novios -o turistas en el amor- seguirán haciendo travesías de descanso en otras relaciones, donde siempre puedan ser ingenuamente jóvenes.

La palabra vacación proviene del latín vacatio y tiene que ver con la capacidad de vaciarse de uno mismo y de las presiones cotidianas. El ocio en casa y el turismo, por ejemplo, son las opciones más usadas para desconectarse, reponer energías y descansar, al menos psicológica y emocionalmente porque con cierta frecuencia se necesita tiempo para descansar físicamente del agotamiento de una agenda turística sobrecargada.

Suele suceder que las vacaciones resultan tan gratificantes que la gente adquiere propiedades para visitar esos lugares con regularidad. Inclusive tiene la ilusión de que esa propiedad le brinda una especie de “pertenencia” al lugar y que podría contemplar la posibilidad de mudarse allí porque ya conoce ese entorno. Pero, ¡atención!, conocer un lugar agradable y visitarlo con regularidad NO TIENE RELACIÓN alguna con el hecho de ser inmigrante. Puede llegar a ser confuso, más aún si la persona tiene amigos que también compran inmuebles cercanos y hablan con tal familiaridad que olvidan su condición de turistas y comienzan a sentirse residentes. Muchos inmigrantes creen que el hecho de tener propiedades los acredita mágicamente como residentes y, si no toman las previsiones necesarias terminan como ilegales. La propiedad no otorga legitimación como inmigrantes. Y tampoco el inmigrante pasa su tiempo en forma tan agradable como un turista. Estas personas, presas de la confusión, no imaginan la magnitud de las dificultades de ser inmigrantes, ni las pérdidas o los duelos asociados.


Noviazgo Vs Matrimonio

Para una mejor comprensión, vale la pena establecer una comparación entre el noviazgo (turismo) y el matrimonio (inmigración). A veces se cree que un noviazgo -corto o largo, durante el cual los novios viven con sus padres, financiados mientras estudian o trabajan- es equivalente a un matrimonio legalmente constituido. Se obvia el hecho de que durante el matrimonio la pareja debe hacerse responsable económicamente por ellos y sus familias, compartir sus espacios materiales, psicológicos, emocionales, con los conflictos, respuestas, decisiones y demás aspectos de un compromiso de ese nivel. La pareja puede llegar a preguntarse qué o quién ha cambiado y por qué no pueden ser “como al principio”, cuando se conocieron, cuando todo lo curaba la ilusión del amor.

Esta ingenua aspiración de que todo permanezca igual en el tiempo, se repite con frecuencia en las expectativas del inmigrante quien, cuando llega, encuentra alivio y siente entusiasmo pero, después de varios meses, su realidad le hacer caer en cuenta de que era “en serio”. ¿Por qué esa miopía tan grave? Porque las expectativas nunca pasaron por el tamiz de la realidad. En el noviazgo solo eran turistas en el amor, pero nunca habían emigrado a su esencia plena en el matrimonio. En esa percepción distorsionada no estaban considerados los ingredientes centrales: la información requerida para entender la necesidad de maduración y cambio personal.

A diferencia del noviazgo, el matrimonio implica preparación personal, negociación, aceptación de cambios en el otro, adversidad y desarrollo. Cuando estos cambios no suceden, los novios -o turistas en el amor- seguirán haciendo travesías de descanso en otras relaciones, donde siempre puedan ser ingenuamente jóvenes.

Este cuadro detalla cómo los países huéspedes pueden tener percepciones equivocadas, bien sea del turista o del inmigrante, pero con un notado sesgo que desfavorece al inmigrante.







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