El extranjero

Por Alejandro Gándara

Richard Sennett publica dos ensayos sobre el sentimiento de extrañeza en relación con la extranjería y el espacio público en "El extranjero" (Anagrama, traducción de Marco Aurelio Galmarini) que, aún refiriéndose a dos casos históricos, el del gueto judío de Venecia a principios del XVI y el del exiliado ruso en Londres Aleksandr Herzen (XIX), es perfectamente actual en este mundo de desplazamientos globalizados y de violentos movimientos de población.

Ambos casos iluminan dos actitudes, de las tres posibles, ante el hecho de tener que vivir en comunidad ajena, con reglas desconocidas y en un entorno de invisibilidad social: la del que se hunde en sus raíces y persiste en sus tradiciones, en su nomos, como señal exclusiva de identidad, y la del que percibe que no pertenecerá ya nunca ni al mundo de llegada ni al que dejó detrás, y que hace de la extranjería su verdadera identidad. La tercera posibilidad es la asimilación total y la rescisión de toda memoria del pasado, de mucho menor interés tanto antropológico como filosófico.

Los judíos de Venecia responden al primer caso y Herzen al segundo. Aunque las cosas no son tan sencillas. Enviados a una de las islas en que se disemina la ciudad, los judíos obtuvieron la garantía de protección ante la violencia siempre y cuando cumplieran ciertos horarios de entrada y salida de su territorio y permanecieran en él durante el resto del tiempo. Se fundieron así cuerpo, derecho y territorio. Ahora bien, empujados al gueto, los judíos descubrieron que podían fortalecer sus lazos comunitarios, hacer regresar públicamente sus tradiciones, crecer como pueblo. Esta fue, dice Sennett, decisión de los judíos y, en consecuencia, el gueto no consistió en una simple aceptación de seres segregados, sino también un impulso consciente hacia las señas de identidad judía. Por lo mismo, se hicieron más visibles como objetivo y facilitaron su elección como chivo expiatorio histórico.

Algo esquemática es la perspectiva de Sennett, ya que el punto es si los judíos habrían podido hacer otra cosa. Él dice que sí: podían haber rechazado el gueto, como hicieron algunos. Ya. Para ir a otros guetos. O para convertirse en errantes y desvinculados de cualquier especie de comunidad de referencia. O para asimilarse sin piedad. Por lo demás, la elección del judío como víctima propiciatoria es un poco más compleja que la de encontrarlo en rebaño en una cierta zona de la ciudad, como se demostró en Alemania.

El tema de Herzen reviste mayor interés y entraña la difícil cuestión de por qué muchos exiliados románticos europeos de la época, cuando se les ofreció la oportunidad de regresar a sus países, decidieron no volver. Sennett, siguiendo los escritos de Herzen sobre las tribulaciones y peripecias de aquellos años, llega a la conclusión de que, por muchos motivos, y no sólo políticos, está surgiendo una identidad nueva: la del hombre de ninguna parte, capaz de recordar su pasado y sentir afecto por él, pero también capaz de vivir en un medio extraño sin integrarse del todo, y que descubre que eso le ha enriquecido personalmente. Autotransformado y lleno de una sensibilidad nueva, ni quiere regresar a su país, a las inalteradas costumbres de los compatriotas, ni está dispuesto a aceptar como suyas las leyes del país de acogida.

Esta nueva sensibilidad llegará a las artes y a la cultura, pero sobre todo, paralelamente al desarrollo del comercio internacional, los desplazamientos de población de las grandes guerras y la industrialización que solicita mano de obra universal, generará un tipo humano diferente, incluso un ideal. Y ahí entramos nosotros, con nuestra autenticidad y nuestras vidas construidas como una obra de arte.

Fuente: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/escorpion/2014/03/19/ser-extranjero.html

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