El valor de una sonrisa

Por Eli Bravo
Cada vez que voy a Caracas y visito la radio donde por años he trabajado me acerco a su escritorio para abrazarla. Más que una rutina es un placer. Ella siempre tiene una sonrisa y unos minutos para compartir. Esta mañana en particular irradia una paz contagiosa. Me invita un vaso de agua y me dice “No dormí anoche, estuve en la funeraria”. Una parte de la historia está desplegada sobre su mesa en las páginas rojas del diario. “Taxista asesinado en el centro de Caracas”. Para ella ese taxista tiene nombre y apellido. Es el hermano de una compañera de trabajo. Intentó escapar de un robo pero las balas fueron más rápidas que su auto.

Ella me cuenta que el velorio fue en el mismo lugar donde velaron a su hijo. “La semana pasada le celebré su misa. Son ya 33 meses desde que se fue”. Ella no dice lo fueron, pero esa es la verdad. Lo mataron. También un robo, también a balazos. Haber estado allí fue revivir el dolor. Lo dice con suavidad, sin que la dulzura desaparezca de su voz.

También me cuenta que hace unos pocos meses falleció su papá. Un ACV. Ella vivía con su madre y su padre. Ahora las dos extrañan al viejo en las tardes. “Yo he cambiado tanto en los últimos tiempos” dice con brillo en los ojos. Miro su rostro y todavía allí está la sonrisa. Refleja una serenidad ganada a duros golpes.

En una Caracas donde la muerte cuelga de los árboles su actitud no me parece resignación ni renuncia. Es más bien una mezcla de compasión con aceptación y entereza. Es su manera de responder a la realidad, a la inseguridad cotidiana. Entre los más de 50 mil muertos de los últimos 3 años por asesinatos en Venezuela, casi todos con arma de fuego, ella tiene su sangre en las estadísticas. Aún así nadie le ha matado la luz en su corazón. Mantener la llama no debe haber sido fácil, pero le hace los días más llevaderos. No siente rabia, tampoco resentimiento. Ella le sonríe a la vida desde adentro. Desde el mismo lugar donde tantas veces ha llorado.

Es imposible ser incólume ante el drama caraqueño. Hace dos noches soñé que intentaban robarme el carro. Recibía dos disparos en la pierna. No sangré. Las heridas parecían una infección cutánea. Desperté con sed antes que saliera el sol. Imposible no afectarse con tantas historias alrededor.

A pesar de todo ella sabe sonreír. Y al abrazarla comprobé que la vida vale todo, incluso en una ciudad donde pareciera valer nada.

Fuente: http://www.inspirulina.com/ella-sabe-sonreir.html

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