Testimonio: una venezolana en Panamá

Por Elizabeth Daniela

 El otro día me dijeron que era sabroso protestar desde Panamá cuando no se tiene miedo que llegue la guardia y te caiga a bombas. Me sorprendí, pero entendí que el comentario venía desde la frustración y del dolor de estos meses de abusos de autoridad y de la ausencia de la calidad de vida que hay actualmente en mi país. Días después escuché que los extranjeros no debíamos opinar sobre las elecciones que ocurrirán en menos de un mes en Panamá. Y me sorprendí de nuevo, pero otra vez traté de entender que nosotros no votamos aquí y que podía caer mal tratar de hablar con alguna autoridad en el calor de una discusión política sobre unas elecciones que no son nuestras.

Y entonces comprendí el limbo en el que vivimos. Pareciera que no podemos opinar sobre el lugar en el que nacimos y tampoco sobre el lugar en el que estamos.

Según algunos de los que viven allá, No sabemos lo que pasa en Venezuela porque tenemos X años afuera. Y para más de un panameño no entendemos la política en Panamá porque sólo tenemos X años viviendo aquí. Y, aparte de confundido, ¿cómo queda uno?

Venezuela es nuestro país. Tenemos una cédula de identidad que nos da el derecho de opinar, de sentir, de vivir y sufrir la situación de nuestro país como mejor nos parezca. Irse no significa perder la nacionalidad, los afectos o los recuerdos. No se quiere más o menos un país por quedarse o partir. Así como hay quien se queda porque apuesta por vivir en su tierra, está quien se va con el corazón roto y con un despecho enorme por Venezuela. Y también existe el que se queda porque no se puede ir y no le queda otro remedio. El amor no lo determina un sello en el pasaporte.

En cuanto a Panamá el asunto es igual de complejo. No nací ni crecí aquí. Llegué hace tiempo pero no el suficiente como para dejar de sentirme extranjera. Pero poco a poco, a fuerza de la belleza de esta tierra y de su gente he aprendido a quererlo, como se quiere al segundo amor. Con madurez, con la experiencia de haber querido inocentemente al primero y haber salido con las tablas en la cabeza. Lo quiero porque reconozco lo me ofrece, por sus virtudes y defectos. Por eso me he dedicado a conocerlo, estudiarlo y tratar de entenderlo. He repasado su historia, he leído su literatura. Si tanto lo quiero y lo respeto ¿qué daño puede hacerle mi opinión?

¿Estamos obligados a ser invisibles para nuestra tierra y para la que nos ha adoptado? ¿Habernos ido nos condena al silencio? Lo siento mucho, pero no. ¿Usted quiere a Venezuela? Defiéndala. ¿Usted quiere a Panamá? Defiéndala también. A ambas, con las uñas si es necesario. No se deje borrar. No sea venezolano sólo cuando haga falta su voto para las elecciones, ni sea residente en Panamá solo cuando le toque pagar impuestos. Seamos ciudadanos de los países que amamos todos los días y a toda hora.

Eso sí, opine con responsabilidad sobre lo que pasa en su país porque es lo correcto. Porque mandar a la gente a matarse mientras se vive afuera y no se ha olido un poquito de gas o no se ha despertado atemorizado por alguna detonación es una irresponsabilidad muy grande. Y hable con humildad sobre Panamá porque es un país que nos ha abierto los brazos y ha alzado su voz por nosotros. Porque creerse mejor que alguien no lo hace más capaz, lo convierte en un perfecto imbécil.

Fuente: http://tentativamenteyparasiempre.wordpress.com/2014/04/03/el-limbo-del-venezolano-en-panama/

Comentarios

  1. Es así amiga eres venezolana siempre haz caso omiso a las personas que quieren hacerte sentir menos venezolana! A Venezuela se lleva en el alma! Yo sigo aquí en Venezuela pero mas bien aquellos que están fuera del país deben ser voceros de lo que sucede aquí!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Emigrantes venezolanos en Suiza

Identidad y autoestima: actuando para una audiencia

El arte del auto-sabotaje. Parte 1