Una vida deliberada


por Harry Czechowicz

Leyendo un libro de Fernando Savater, Ética de Urgencia, publicado por la Editorial Ariel,  encuentro que… "No es un libro que ofrezca soluciones, su propósito es explicar por qué es mejor protagonizar una vida deliberada y razonada que actuar de manera automática." Se trata de un concepto válido para cualquier ser humano, migre o no. Una visión acerca de la responsabilidad ética que tiene cada quien para con su propia vida.  
Obviamente, estas preguntas fundamentales ocurren desde la edad adulta y se incrementan con el pasar del tiempo como cuando nacen hijos, o se van de casa a hacer sus propias vidas con sus propias interrogantes. 
A medida que envejecemos, o que nos acostumbramos demasiado a permanecer en las rutinas que configuran el mapa de nuestra área de comodidad, pueden surgir cuestionamientos importantes acerca de nuestras auténticas intenciones de cambio, de nuestro sentido de dirección o de propósito, de cambios existenciales. Como bien concluye Savater, quizá comencemos a revisar nuestra ética personal, que es “la práctica de reflexionar sobre lo que vamos a hacer y los motivos por los que vamos a hacerlo”. 
No es un asunto fácil, indudablemente, sobre todo si venimos de un mundo automatizado, carente de preguntas que nos preocupen, cuando es tan fácil observar la vida pasar como suele hacerlo la mayoría de la gente, sin pena ni gloria, sin riesgos ni esfuerzos por aprender acerca de otras opciones; opciones que siempre existieron pero que resulta tan cómodo ignorar. 
Tener que meditar acerca de qué y cómo elegir lo que voy a hacer con mi existencia, si quedarme o mudarme de enfoque o de país, viajar al interior de mí mismo y ver cuánto es original y cuánto condicionado, vivir como ser humano o, simplemente, seguir la corriente. 
Emigrar hacia una condición de responsabilidad interna, ideológica y emocional, es un riesgo individual que no ofrece garantías pero, ciertamente, nos encamina hacia una vida con propósitos y riesgos. 
Dice Savater a propósito de la frase del filósofo Jean-Paul Sartre Estamos condenados a la libertad: “somos libres pero no disfrutamos de la libertad para renunciar a la libertad. La necesidad de elegir es propia del ser humano y no podemos evitarlo. Destinados a inventar nuestro destino, a veces sin segundas u otras  oportunidades. Por eso mismo nos equivocamos y nos defraudamos, cometemos errores y atrocidades, pero también, gracias a esa capacidad de elegir deliberadamente, podemos transformar nuestra vida, darle nuevos significados, inventar nuevos contenidos..."
Entre estas  realidades están el drama y la comedia de nuestros actos: cuando examinamos nuestro interior y lo llevamos afuera,  dándolo a conocer a través de nuevas actitudes y conductas, independientemente de las reacciones de terceros, pues al fin hemos buscado los motivos adecuados, a veces novedosos para nosotros mismos, por los que hacemos ciertas cosas en lugar de otras. 
Eso es parte de la búsqueda de una nueva ética personal, la cual se renueva a sí misma en su constante exploración,  prueba de nuestra nueva consciencia, donde sea que estemos. Cuando estos cambios ocurren pueden confundirnos, y también a los demás, pero es un camino sin retorno en términos de revisarnos. Para un emigrante éste puede ser, definitivamente, un paso importante y central dentro de su nueva definición, tanto personal como profesional, afectando su función cotidiana mientras se acostumbra a tener propósitos en vez de rutinas automáticas. Rutinas para llenar necesidades de otros que necesitan recorrer, en el tiempo y de acuerdo con sus circunstancias particulares, su propia ética y dirección de vida. 
Cada experiencia es única e intransferible, pero la observación del proceso en el otro sirve de guía para justificar el inicio del propio proceso de búsqueda para encontrar una vida deliberada, en lugar de una simple existencia sin olas ni experiencias con propósito.
¿Su intención de emigrar o de quedarse, obedece a un análisis deliberado, de cambio profundo, de sustituir sus creencias o reafirmarlas conscientemente en lugar de mantenerlas sin someterlas a revisión? ¿Asume los riesgos inevitables de cualquiera de estas alternativas o solo se trata de un impulso sin mayor valor agregado?  Contestar estas interrogantes determinará en gran parte la calidad de su vida a futuro. 
Pregúntese: ¿Quién decide, usted o los demás? ¿Es reversible su decisión si la piensa de nuevo? La respuesta es siempre aquella para la cual está mejor preparado, aquella que contiene el producto de su mente, su corazón y sus razones éticas de fondo. No se conforme con menos.




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