Migración y democracia

Es conocida la implicación tradicional entre nacionalidad y ciudadanía. También son conocidos los criterios basados en la descendencia y el lugar de nacimiento para establecer la nacionalidad y, consecuentemente, los derechos de las personas. Sin embargo, tanto los procesos de construcción de bloques regionales como las realidades de ciudades interculturales colocan en cuestión esa implicación simple. Si la nacionalidad se asocia a la pertenencia, la ciudadanía se asocia a los derechos y obligaciones.
por Alejandro Grimson


En ese sentido, el horizonte de una sociedad realmente democrática e igualitaria exige retomar uno de los criterios menos utilizados por los Estados: el lugar de residencia. El lugar de residencia ha otorgado –y en diversas legislaciones otorga– derechos, pero muy lejos estamos de una noción de la democracia como el gobierno de aquellos que viven juntos. La noción de extranjería como amputadora de derechos ha llevado a algunos países, en especial a pequeños Estados petroleros, a otorgar derechos políticos, en el mejor de los casos, a menos de la mitad de la población. Los «sin papeles» se han convertido en una tipificación de las personas que, al igual que lo que hace menos de dos siglos sucedía con la esclavitud, legitima acciones y omisiones que posiblemente serán consideradas aberraciones en el futuro. Si «taxation without representation is tirany», como afirmaba el ideario liberal, permitámonos constatar que una gran parte de los inmigrantes está sometida a esa tiranía. Los inmigrantes pagan los impuestos al consumo y otros que alimentan los presupuestos públicos que deberían atender la salud, la educación y el bienestar social en general. En los niveles locales y nacionales, esos presupuestos son definidos por gobiernos que todos quisiéramos que fueran elegidos democráticamente. 
La persistencia de la exclusión de los derechos políticos de los extranjeros será sin duda analizada con rechazo en un futuro más inclusivo, del mismo modo en que observamos hoy el momento en el cual solo los varones podían votar. Un futuro más democrático requiere un mundo menos desigual y territorios en los cuales tengan derechos políticos quienes trabajan, viven y cumplen sus obligaciones en ellos.

Fuente:http://www.nuso.org/upload/articulos/3773_1.pdf

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