¿Hasta cuándo una persona es inmigrante? Parte 1


por Fernando Miguel Fernández y Emilia Hernández Pedrero

Obra de Miriam Londoño,
tomado de http://www.amsterdamsur.nl/MiriamL2.html


Dos perspectivas
La pregunta: ¿Hasta cuando una persona es inmigrante? se puede reformular de la siguiente manera: ¿Cuando deja una persona de ser inmigrante?
La pregunta tiene al menos dos puntos de referencia temporales: la llegada al país receptor y la salida (el retorno), y dos perspectivas o puntos de vista: la interna del individuo, del inmigrante y la externa del ‘otro’. El ‘otro’ puede ser el vecino, los colegas en el trabajo, el estado que desarrolla políticas de minorías, los medios de comunicación, etc.
En la mirada propia del individuo influye la mirada del otro, que le puede ver con una mirada deceptiva, peyorativa o ensalzando el folclorismo que se suele atribuir a los españoles (flamenco, toros, sol y playa, etc.)

“¿Cuando deja una persona de ser emigrante? Yo a la pregunta te puedo contestar por la parte corta que cuando uno regresa a su país de origen y le llaman a uno por su nombre de pila y no tratan a uno en dicho país, como a los inmigrantes que ya hay de otros países, con frases como holandés extranjero guiri desertor del arado entonces creo y dentro de dos años te lo diré con mas seguridad. Por la parte larga e histórica personal, presiento que nunca uno volverá a sentirse como el día antes de cruzar la frontera por primera vez. La experiencia te lo dice. Y no quiere decir que uno esté arrepentido de dar dicho paso, pero, ¿cuando deja una persona de ser emigrante? Hay personas que te recuerdan que eres o has sido emigrante, unos porque no saben tu nombre, otros porque te tienen afecto, otros porque tienen envidia, pues se enteraron por alguien que el que iba al extranjero era para hacerse rico y aun se lo creen, de ahí la envidia. Yo tenía 13 años antes de pasar a ser emigrante, estoy a punto de retornar al punto de origen y me siento europeo por haber trabajado en Europa, español por haber nacido y trabajado en España, asturiano por nacer en dicha provincia y tener mis amigos y familia esperando mi regreso. En realidad casi no he tenido tiempo de pensar que he sido emigrante, al menos no me lo han hecho ver que es cuando mejor te das cuenta. Será que he estado poco tiempo (más de 18.000 días) En fin, creo que yo no dejaré nunca de ser emigrante. Es una experiencia histórica a que al pasar por ella, me la he merecido, y como no tengo de qué me avergonzar, para que voy a desear no ser lo que he sido. Lo mismo que he sido joven, menos joven, minero, sastre, carpintero, etc.” Herminio Álvarez, asturiano, Venray, provincia de Limburgo
Por lo general uno no se puede identificar con esa imagen que el otro crea y proyecta sobre uno, ya que es una imagen estereotípica, alimentada por las vacaciones en las costas españolas, durante las cuales escasamente entran en contacto con la población autóctona. Esa imagen no corresponde con la realidad propia, cotidiana, individualizada y personal.

Invisibles
El emigrante español de la primera y segunda generación es considerado integrado en la sociedad holandesa a partir del momento de acceso de España a la Comunidad Europea y a partir de ese momento es prácticamente invisible. La ventaja de esa invisibilidad es el poder escapar de ser asociado con esa imagen negativa, problematizada de los extranjeros en Holanda, los ‘allochtonen’, y en particular de los grupos islámicos.
La otra cara de la medalla es la negación de una situación en muchos aspectos parecida, similar a la de los inmigrantes marroquíes y turcos que llegaron en los años 60 y 70 a Holanda: falta de acceso a los servicios públicos, y desconocimientos de los servicios que estos ofrecen, paro obrero como consecuencia de despidos colectivos (Ford, Altos Hornos, Philips, etc.), dependencia de prestaciones sociales, discapacidades físicas por haber realizado trabajos sucios, duros y peligros, bajos ingresos económicos, falta de dominio de la lengua neerlandesa por lo que dependen de sus hijos para tramites con instituciones y organismos oficiales….
Y por fin el dilema del retorno: anhelan regresar a su tierra, pero tendrían que dejar atrás a sus hijos y nietos en Holanda. Si en su día de España tuvieron que separarse de sus padres y familiares, hoy en día el precio de la emigración se eleva a tener que separarse de nuevo, esta vez de sus hijos y nietos, y tal vez toparán con dificultades para reintegrarse en la sociedad española, recibir las pensiones que les corresponden.

Las asociaciones: lugares de encuentro
Las asociaciones suelen ser un vínculo con sus raíces, donde pueden charlar en su lengua materna, ver y discutir las noticias españolas, tomar un café. Los directivos de estas suelen estar ya cansados de estar durante 25 ó 30 años luchando en la brecha por mantener vital y abierta la asociación… mientras que la segunda generación no se siente acogida en estas, no participa. Po otro lado los ayuntamientos van cerrando poco a poco los locales y formulando nuevos criterios, más estrictos. Nuevas exigencias a las que cada vez resulta más difícil corresponder.
El inmigrante español es muy ‘bueno’, casi timido, cansado de tantos años de trabajo, tal vez desengañado, al ver que sus familiares en España mejoraron sus vidas sin tener que salir al extranjero. Limitado en sus posibilidades de participar en la sociedad holandesa, más bien por razones económicas y el lento proceso de interculturalización de instituciones de bienestar y cultura, y no tanto por esa supuesta falta de voluntad para integrarse.

¿Cuándo termina uno de ser un inmigrante?
Tal vez cuando uno mismo deja de identificarse como tal… tal vez cuando la prensa, la política deja de problematizar a ciertos grupos / colectivos de minorías étnicas. Tal vez cuando el estado deja de categorizar y excluir a estos de participación.
Mientras en el afán de controlar, dirigir, ordenar, comprender la realidad, sigamos categorizando a las personas con fines políticos, sociales, científicos, se mantendrán artificialmente divididas las realidades cotidianas, concretas y vitales de los inmigrantes y la población autóctona. El vacío que crea el desconocimiento del otro es rellenado por información e imágenes estereotípicas, limitadas, donde ninguna persona en particular se puede reconocer y ser reconocido.

La imagen oficial y la sumergida
En la imagen actual divulgada por el gobierno central de Holanda el inmigrante proveniente de los países pobres, del tercer mundo, no aporta capital humano de interés para la sociedad y en particular la economía holandesa. Únicamente personas con un alto nivel de estudios significarían un enriquecimiento para la sociedad. El joven magrebí que trae a su esposa de Marruecos está ‘importando pobreza’ a Holanda, según palabras de la actual ministra de Justicia. Claro que el ‘otro invisible’, el trabajador ilegal, que realiza un trabajo que los autóctonos menosprecian, no es reconocido, pero sí utilizado a escondidas. De ese no se habla, no existe: eso explica que Holanda requiera oficialmente de inmigrantes de alto nivel de estudios, que dominen el inglés, como muchos jóvenes españoles que buscan la vida en Holanda sin conseguir engancharse en el área laboral ni acceder a redes informales.

“Yo siempre me sentiré española. Yo creo que uno deja de sentirse emigrante cuando se ha adaptado al 100% a la sociedad del país en el que vive, y para eso, entre otras cosas, tienen que darte la oportunidad de trabajar, y eso al menos en Holanda es difícil sino hablas muy bien el holandés, y tienes que adaptarte a costumbres "diferentes" con las que muchas veces no estarás de acuerdo. Realmente, yo no me siento emigrante, pero no me siento ni me sentiré nunca holandesa, me siento Española y Europea.” María del Prado Baudet Cañizares, madrileña, Boskoop

Uno no es diferente en base de sus cualidades y competencias personales, sino por el mero hecho de pertenecer a un colectivo étnico al que se atribuyen ciertas características. Las normas y valores de la cultura de origen son problematizados en la medida que esta se encuentra a cierta ‘distancia’ del la cultural holandesa que sirve de norma.
En Holanda ciertos grupos étnicos no dejarán de ser inmigrantes mientras que la ministra de justicia lleve a cabo el proyecto de reunir un sinfín de datos de todos los inmigrantes individuales con ayuda de los ayuntamientos y uniendo diferentes bancos de datos, para seguidamente agregarlos al nivel de los diferentes grupos étnicos: turcos, marroquíes, surinameños, españoles, etc., con el fin de conocer el grado de integración de estos grupos. La diversidad dentro de cada grupo es tan grande y rica, que este proyecto niega esta realidad.
Este plan contradice además la misma política liberal del actual gobierno, en la cual el individuo debe de ser responsable de sus decisiones y acciones, y donde se habla de una ‘ciudadanía compartida’. Ya que el colectivo ‘españoles’ o ‘turcos’ es un concepto abstracto, una construcción social dentro del cual nadie en particular puede ser distinguido y hacerse responsable. El individuo desaparecerá en las estadísticas de grupos étnicos y ‘competirán’ entre ellos por alcanzar la ilusoria meta, el ‘finish’, donde podrán leer ‘integrados’ según los indicadores seleccionados partiendo de la ideología ‘confesional-liberal’ del actual gobierno holandés.

Los ancianos españoles
La ciencia aporta a mantener esta realidad ilusoria ordenando datos adquiridos a nivel individual por categorías étnicas, en vez de partir de factores relacionados con la realidad cotidiana, concreta, vivencias individuales, y buscando relaciones comunes y diferencias a este nivel de contenido, temático.
A este nivel podemos constatar, que muchos ancianos holandeses comparten los mismos problemas con los ancianos inmigrantes: desconocen sus derechos, no comprenden las cartas oficiales, se encuentran aislados. También comparten las mismas preocupaciones: la salud, los hijos y nietos, la economía de la casa, el poder valerse por sí mismo, etc.
Únicamente comparando mundos y realidades a este nivel, se llegará a un reconocimiento mutuo. También respetando y reconociendo las necesidades concretas y a veces culturalmente específicas (dietas, tradiciones, etc.) de las personas y ofreciendo espacio y servicios a medida de estas necesidades, sin recelo ni desconfianza, reconociendo la gran diversidad entre personas. La llamada falta de recursos económicos para poder ofrecer estos espacios y servicios diversificados suele ser una cuestión de una correcta actitud profesional, de prioridades políticas y una visión de acuerdo con la realidad que se avecina o que ya está encima de nosotros.
Los ancianos inmigrantes son considerados como una ‘generación perdida’ en la cual no vale la pena invertir esfuerzos para integrarlos en la sociedad, para mejorar su participación, su calidad de vida. Hay que dejarlos envejecer ‘dignamente’, dejarlos tranquilos! Esta es la otra cara de la misma falsa moneda: una visión sobre los ancianos extranjeros de que nunca quisieron integrarse, aprender la lengua neerlandesa y que a estas alturas tampoco tienen ni la capacidad ni el interés por aprenderla.
La experiencia del Hogar del Pensionista de Enidhoven demuestra todo lo contrario, donde ya por segunda vez un grupo entusiasta de ancianos aprenden el Holandés con un método desarrollado por la Universidad de Ámsterdam y FORUM a medida de la realidad cotidiana de la gente mayor: la vivienda, la familia, la salud, los nietos, el retorno, etc. ¡Les gusta, aprenden, intercambian y disfrutan!
Continuará...

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