Cuando los miedos paralizan


El miedo se define como una perturbación angustiosa del ánimo ante un peligro real o imaginario presente o futuro. Cuando éste es exagerado, puede paralizar al ser humano, afectando a comportamientos, actitudes y formas de enfocar la vida.
por Silvia García Graullera


Ante una situación real de peligro inminente, el individuo actúa utilizando mecanismos de defensa que bien pueden ser conscientes o instintivos. Sin embargo, a veces, sucede que en determinadas personas esa situación de peligro es imaginaria aunque ellos la vivan como real, de tal manera que esos mecanismos de defensa los están aplicando en el intento vano de eliminar el pánico con el que han aprendido vivir. Ese miedo, transformado en pánico con el paso del tiempo, es fruto de la ansiedad anticipatoria que desarrollan estas personas. Viven en una constante situación de alarma. Ante una determinada situación que se vaya a presentar en sus vidas, generan una ansiedad desbordada por los pensamientos previos de temor, que les conducen irremediablemente a esas manifestaciones ansiosas que suelen concluir en conductas de evitación.
Cuando los miedos paralizan al ser humano a causa de esos pensamientos previos que les hacen suponer consecuencias fatídicas, es cuando podemos hablar de ciertas patologías como son las fobias en sus diferentes vertientes, los trastornos obsesivos compulsivos, trastornos dismórficos, depresiones y un largo etcétera.
Analicemos un caso clínico cualquiera. Una fobia simple como puede ser el miedo a las arañas. Un día cualquiera, una persona que por circunstancias diversas ha desarrollado un cierto temor a los arácnidos, se encuentra en una comida una pequeña araña. La primera manifestación es de repugnancia unida a un cierto temor. A partir de ese momento es posible que desarrolle una vigilancia extrema a las comidas debido al pensamiento de miedo que se ha apoderado de él. Ese pensamiento le conducirá a una ansiedad anticipatoria que concluirá con manifestaciones ansiosas. Si a estas formas de pensar y actuar no se les pone fin, esa fobia simple, con el transcurrir del tiempo puede convertirse en un trastorno obsesivo compulsivo. El pensamiento será recurrente y la vigilancia y comprobaciones ya no serán sólo con las comidas sino con todos los objetos y enseres de esa persona. Lo que en principio era “apenas nada” se ha convertido en un miedo permanente que no permite desarrollar una vida normal. El pensamiento de temor se ha hecho constante, se ha apoderado irremediablemente de él y le ha podido conducir a un estado de depresión que le impide disfrutar de lo que le rodea. Es decir, le ha paralizado.
Decía Charles Péguy “A cada día le bastan sus temores y no hay por qué anticipar los de mañana”. Esta frase célebre está llena de sentido, pero… ¿y llevarlo a la práctica? Ojalá todas las personas pudiesen conducirse de esta manera; sin embargo no siempre es así. Todos aquellos que tienen un trastorno psicológico no pueden, de entrada, llevarlo a cabo. No saben el “no anticipar”. Todo lo contrario, anticipan de forma continuada. Es decir, analizan, que es sinónimo de anticipar. Anticipa aquel que padece una agorafobia. Piensa y analiza cómo va a poder llevar a sus hijos al colegio el próximo día, cómo va a poder realizar la compra y cómo va a poder coger el metro o el autobús para ir mañana al centro.
Anticipa igualmente sus temores el que padece una fobia social. Piensa y analiza de qué forma va a mantener el tipo en la reunión de empresa del próximo jueves y anticipa su miedo a que en esa reunión sus jefes prescindan de él.
Anticipan sus miedos de mañana, todos los obsesivos que mantienen los mismos pensamientos temerosos día tras día.
Siguen anticipando el miedo a mañana todos los que han perdido ya el sentido de vida y las ansias de vivir, como en el caso de una persona con depresión.
Sin embargo, esa superación del miedo infundado es posible.
El miedo existe y ahí está; pero el hombre posee los mecanismos suficientes para no permitir que ese temor paralice su andadura por la vida.
Tiene que luchar. Como decía Thomas Carlyle: “Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe; pero jamás el que abandona el combate”.

Fuente: http://psicia.wordpress.com/2013/05/06/cuando-los-miedos-paralizan/

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