Escritores migrantes: literatura extranjera con sede en la Argentina

Para Gustavo Valle, autor venezolano, los escritores son siempre seres extranjeros. "Estén donde estén, en su país natal o de adopción, tienen su cabeza en modo migrante. Un escritor es un sujeto básicamente fuera de lugar. Una vieja anécdota de La Cábala dice que el primer exiliado fue Dios, que debió salir del mundo para poder crearlo. No sé si esto será cierto, pero sirve para ilustrar algo que no me parece demasiado inexacto: la acción creadora es en esencia extranjera".
Por Daniel Gigena. La Nación 

Foto: Gentileza Marcial Gala

La relación de la extranjería con la escritura literaria tiene siglos y ha sobrevivido a imperios, a tiranos, a guerras y a exilios dolorosos. Los escritores en tierra extranjera enriquecieron la cultura del territorio huésped, fortalecieron su propia relación con el lenguaje y abrieron posibilidades en países donde otros, quizás por costumbre, veían solamente el llano paisaje de las semejanzas. La Argentina posee una modesta tradición de hospitalidad con escritores extranjeros: aquí vivieron y escribieron Paul Groussac, Rafael Alberti y Ramón Gómez de la Serna, Augusto Roa Bastos, Bruce Chatwin. En la actualidad, esa tradición continúa y, con nuevos semblantes, se renueva.

"Desde hace dos años estoy en Buenos Aires y sentí que era un sitio donde quería vivir, sino para siempre, sí por un largo tiempo -cuenta Marcial Gala, escritor cubano-. Aún hoy camino por sus avenidas y las fachadas de los edificios siguen encantándome." El autor de La catedral de los negros (Corregidor) brinda aquí talleres literarios y ayuda a amigos escritores a pulir sus obras. También imparte talleres sobre literatura cubana en el sistema de bibliotecas de la ciudad. "Siento que Buenos Aires me ha dado mucho y no sólo en lo literario", dice. Poco antes de la próxima Feria del Libro de Buenos Aires, saldrá su novela Sentada en su verde limón, una novela a la que su autor describe como "muy existencialista, de una prosa agónica por lo tensa y urgente".

"Hace 14 años que vivo en Buenos Aires -precisa Maxine Swann, narradora estadounidense- Escribo libros y también notas para publicaciones en Estados Unidos, muchas veces sobre temas relacionados con la Argentina." Swann ya publicó dos novelas. La tercera, aún inédita, transcurre en Buenos Aires y es, según la autora, "una especie de canción de amor a la ciudad". El título provisional de esa canción enamorada es Los extranjeros. Swann fundó con amigas una revista literaria bilingüe, The Buenos Aires Review, que se puede leer en Internet. "Todos los textos que publicamos son traducidos, la idea era presentar escritores de América del Sur poco conocidos por lectores norteamericanos y viceversa", indica.

Margarita García Robayo llegó de Bogotá a Buenos Aires a principios de 2005. "Todo lo que escribí hasta ahora lo hice desde Buenos Aires -dice la autora de Lo que no aprendí (Seix Barral)-. No puedo imaginar cómo habría sido escribir desde otro lugar. "

"Las luces que vi desde el avión eran un mar sin un horizonte cierto que me aterró: eran las cuatro de la madrugada y la primera vez que yo tomaba un avión intercontinental. Tenía veinticinco años", recuerda Violeta García Serrano. Ella creció en la pequeña ciudad de Astorga, en León, al norte de España y aterrizó en Buenos Aires en 2013. "Argentinicé mi español sin perder por ello mi lengua materna: la mezcla resulta, a veces inesperada, pero siempre enriquecedora. Hay textos que nunca hubiera escrito si no hubiera vivido acá, sobre todo, los poéticos." Su primer libro, Camino de ida, trata del desarraigo y se publicó en 2014. "Acá no hay temor, creo, porque nadie espera que le vengan a buscar: la literatura, la poesía, el teatro, simplemente suceden porque no podría ser de otro modo. La identidad de este país, y de Buenos Aires en particular, pasa por esa ebullición artística e intelectual."

Una perspectiva exterior

"Es bien diferente ser turista que inmigrante, hay por así decirlo otra mirada y también otra escuela -sostiene Gonzalo León, narrador y periodista chileno radicado en el barrio de Balvanera-. La mirada de turista no me interesa, porque es una escuela muy de pasada, aunque hay libros muy buenos, y que se emparentan con la literatura de viaje. Creo que la novela Cocainómanos chilenos (Mansalva) va en ese sentido." Hoy, su mirada sobre su propia escritura cambió. "¿Es legítimo escribir en «chileno» siendo un inmigrante o se puede incluir el coloquial porteño en los escritos? En ese sentido, me gusta mucho eso que dice Saer de la «perspectiva exterior» para referirse a Gombrowicz, que es ese inmigrante que observa y opina de la cultura a la que llegó. Modestamente he tratado de hacer eso", admite León. "Debo confesar que desde que estoy acá mi grado de conflictividad ha aumentado", dice. "Por otra parte, vivo en un país que no es el mío y donde soy perfectamente consciente de que soy un extranjero. Esa doble extranjería me gusta.

La narradora y exquisita cronista chilena Cynthia Rimsky, autora de Poste restante (Entropía), también llegó de Chile. Fue en 2012. "Primero di un taller sobre escrituras de viaje en la Boutique del Libro, en San Isidro -rememora-. Como todas las semanas tenía que enviar una crónica urbana para un portal en Chile, estaba muy perceptiva a lo que veía, como en permanente estado de descubrimiento. Luego comencé a dar cursos en Casa de Letras. Hasta ahora no tengo un trabajo formal o estable, doy talleres, escribo para revistas, antologías, hago algunas cosas en Chile." La mirada de Rimsky sobre su vida Buenos Aires es certera y cómica: "Encontré aquí, en cierta literatura y en la vida cotidiana, un estado que no es lo real ni lo ficcional sino lo delirante y que subvierte radicalmente algo que ya venía descomponiendo en mis libros: el sentido. Creo que en Chile tendemos a ordenar, a poner un orden, a hacer caber las cosas como sea en un paquete que ojalá resulte exitoso; en cambio, aquí hay una renuncia a la posibilidad de encontrar un orden." Antes de venir a la Argentina, ella escribía su novela El futuro es un lugar extraño. "No le encontraba el punto de vista, no quería nostalgia, tampoco un suvenir de los años 80 ni una épica. Fue una grata experiencia encontrarme con el desorden, con que las cosas se escapan por todos lados y deliran." Este año, RHM publicará esa novela a la que Rimsky le encontró la vuelta en Buenos Aires.

Aprendizajes constantes

"Llegué después de una larga temporada en Madrid y vivo acá desde 2005 -dice el escritor venezolano Gustavo Valle-. Mi hijo nació en Villa Crespo, así que mi primera actividad más o menos decente en esta ciudad fue la de padre de un hijo de Villa Crespo." Happening (Autoría Literaria), una novela made in Buenos Aires, recibió dos premios en 2014. Sobre la transformación de su lenguaje literario, castellano al fin, dice: "Hace varios años entrevisté a Saer y le pregunté cómo reconstruía la oralidad santafecina después de vivir más de treinta años fuera de la Argentina. Me dijo: «A pesar de que la lengua cambia rápido, lo que cambia es el vocabulario, no las estructuras». Quiero imaginar algo parecido en mi caso. Que mi escritura mantenga las estructuras de la forma del hablar venezolano. Claro que esas estructuras no están definidas en ninguna parte y uno está en la obligación de inventarlas. Y al hacerlo inocula mecanismos que son propios de acá". Sus últimos libros, Bajo tierra, El país del escritor y Happening fueron publicados en Buenos Aires. Eso le permitió conocer y relacionarse con escritores, críticos y lectores. Con algunos de ellos hizo buenas amistades. "Llevo años leyendo a los escritores argentinos como si fueran venezolanos y a los escritores venezolanos como si fueran argentinos", agrega.

Para Valle, los escritores son siempre seres extranjeros. "Estén donde estén, en su país natal o de adopción, tienen su cabeza en modo migrante. Un escritor es un sujeto básicamente fuera de lugar. Una vieja anécdota de La Cábala dice que el primer exiliado fue Dios, que debió salir del mundo para poder crearlo. No sé si esto será cierto, pero sirve para ilustrar algo que no me parece demasiado inexacto: la acción creadora es en esencia extranjera".

Natalia Litvinova, poeta y editora, nació en Gomel, Belarús, en 1986 y llegó a Buenos Aires en 1996, junto con su familia. Tenía diez años y no hablaba castellano. Ahora vive en Vicente López y se dedica a la traducción de poesía y literatura rusa. Litvinova tradujo Una nihilista, de Sofía Kovalévskaya, publicado por Mardulce en 2016. "Doy talleres de poesía rusa y, con el poeta Javier Galarza, cursos en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino -cuenta-. Este año con unos colegas abrimos una editorial de traducciones y editaremos dos libros: uno de Marina Tsvietáieva y a Westonia Murray, una poeta australiana inédita." La autora de Siguiente vitalidad (Audisea) mantiene una relación cercana con la producción local, está atenta a los ciclos de lecturas, festivales y cursos, e indaga el trabajo de sus colegas. "Con varios poetas mantengo un enriquecedor vínculo de intercambio de pensamientos y escritos. Estoy terminando de revisar un poemario y escribo una novela que en parte transcurre en algunas regiones de Belarús." Será su primera novela escrita en español. "Creo en el aprendizaje constante", dice Litvinova.

¿No es esa la enseñanza, aprender de manera constante, que cualquier condición de extranjería conlleva? Huéspedes de ese anfitrión esquivo que es el lenguaje, los escritores extranjeros en la Argentina dejan impresas las señales de su paso por esta región del mundo abierta al mundo.


Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1983736-escritores-migrantes-literatura-extranjera-con-sede-en-la-argentina

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