¿Estás disponible para emigrar?

Cuando leas este título me imagino que te cruzarán pensamientos relacionados con papeles, tiempo, dinero, etc. Algo así como que si mañana me gano la lotería de visas mi dilema migratorio está resuelto.
Por: Sonia Peña-Czechowicz (@sonitzka), coautora del libro Inteligencia Migratoria ¿Me quedo o me voy?, Ediciones B, Caracas.


Sin duda el título sugiere esa vía. Sin embargo, no es por allí por donde me gustaría abordar el tema. Y para hacerlo creo que debo agregar una palabra a la pregunta: ¿Estás disponible…. emocionalmente para emigrar? Al momento de escribirlo surgieron los puntos suspensivos de manera natural.

Cuando pensamos en emigrar, generalmente enumeramos nuestros recursos externos tales como trayectoria profesional, redes de apoyo, bienes materiales y económicos. Hacemos lo propio con los recursos internos como nuestras fortalezas, destrezas y cualidades.

Ahora bien, podemos contar con todo lo mencionado en el párrafo anterior y sin embargo todavía no podemos decidir si quedarnos o irnos. Apartando que emigrar es una decisión mayor de vida, y por tanto muy compleja, tenemos además la sensación de tener un elefante sentado en nuestro pecho que nos reta a levantarlo en peso.

Con relación a la falta de disponibilidad emocional en general, están los modelos clásicos como los buscadores de aventuras, las personas que piensan que su belleza exterior lo es todo, algunos tipos de intelectuales, etc. Haciendo una aproximación más cercana, el mejor ejemplo que me viene a la cabeza es el de una relación romántica. Uno de los integrantes muestra entusiasmo, cercanía, comparte y comunica sus emociones, fluye. El otro siente un abismo o una pared altísima que escalar y todo le parece un esfuerzo enorme, aunque tiene la convicción de que la otra persona es maravillosa y que quiere mantenerse dentro de la relación. También pasa mucho con los proyectos. ¿Te has escuchado decir alguna vez: “Es que no tengo la energía para esa relación, para ese proyecto”? Por ahí va la cosa.

Aunque la disponibilidad emocional no se decreta, sí es factible de ser revisada para entenderla mejor. Durante nuestra vida, dependiendo de las circunstancias que hemos vivido, la intensidad de la disponibilidad es cambiante y muchas veces nos protege de no irnos de bruces emocionalmente hablando.

Los especialistas consideran que un buen comienzo sería ponerse en contacto con las propias emociones. Circunscribir este ejercicio al proyecto migratorio nos ayudará a determinar qué tan lejos o qué tan cerca estamos de él… emocionalmente. Tratar de identificar y comprender qué nos pone tristes, felices, con miedo, contentos, aprehensivos o dolidos cuando evaluamos nuestro emprendimiento migratorio con y desde el corazón, luce como un buen comienzo.



 Es importante estar atentos para poder diferenciar cuando la vocecita que nos dice “No tengo energía para esto” no tenga que ver más con un mecanismo de autosabotaje que con una genuina necesidad de poner en la balanza lo importante, y decidir abrirnos a las nuevas oportunidades por venir.

Tener disponibilidad emocional para emprender un tránsito tan complejo como el migratorio es un factor crucial para lograr la perspectiva adecuada y el compromiso necesario  para amortiguar y sortear altibajos, vaivenes, retrocesos, dificultades y nostalgias que, con seguridad, aparecerán en el horizonte.

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