El testimonio de una médica venezolana en Colombia

La Oficina de la OIT realizó un muy interesante estudio acerca del aporte de las personas refugiadas y migrantes venezolanas en los servicios esenciales de salud de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México y Perú. El estudio busca visibilizar el aporte de este cuerpo de profesionales de la salud provenientes de Venezuela en la lucha contra la COVID-19Por su gran importancia, publicaremos algunos de los casos citados. Parte 2

Fuente https://bit.ly/3liEkjV



Este es el  testimonio de Indira, 53 años, Ginecobstetra residente en Colombia.

Indira Tenía su consulta privada.:“No tenía muchas pacientes, pero a mí siempre me iba bien y mi vida familiar iba bien”.

Con los cambios de la situación política,hace quince años decidió migrar a Colombia pues a su esposo le ofrecieron allá un trabajo.

“Yo creo que he tenido suerte. Desde que pude legalizar mis papeles empecé a trabajar duro, duro porque empecé a buscar y no tenía a nadie que me recomendara. Trabajé en casi todos los pueblos de Cundinamarca, me desplazabahasta dos horas en carro. Esos fueron los trabajos que fui consiguiendo”.

Siempre ha trabajado ofreciendo sus servicios profesionales a empresas de services. Indica que esa es la realidad de la contratación de un alto porcentaje de médicos en el país.

“En todos los trabajos que yo he estado nadie te contrata como tal, siempre en prestación de servicios, pago de hora trabajada, no te dan ningún beneficio de salud ni de pensión ni de riesgo profesional, no tienes vacaciones, no tienes… aquí hay una cosa que se llama prima, que es medio sueldo en junio y diciembre, nosotros no tenemos eso, nada. Si te quieres ir de vacaciones, tienes que conseguir que alguien te haga los turnos”.

Trabaja en un hospital de Barranquilla de tercer nivel de referencia de las maternas o puérperas con y sin COVID-19.

“Mi día comienza prácticamente a las 7 de la mañana, paso ronda por la parte de ginecología normal, después visito a mis pacientes que están en terapia intensiva y, luego paso al área de aislamiento de pacientes con COVID-19.

Es el último espacio donde paso ronda porque es donde tenemos que tomar más precauciones. Nuestros turnos a veces son de más de doce horas, a veces de corrido y a veces los fines de semana corridos; otras, de noche”.

Considera adecuadas las medidas de protección; y señala que la pandemia ha significado un proceso de

aprendizaje en todos los países sobre el tipo de equipos de protección necesarios.

“Al inicio había mucha desinformación, pero actualmente nos han dotado de los overoles, visores, tapabocas N-95 diario y, si tienes algún paciente quirúrgico que hayas operado con COVID-19, nos dan equipos adicionales. Alguno que otro colega ha comprado aparte las máscaras, que son las que tienen filtro”.

Sin seguro de salud proporcionado por su centro de trabajo ante cualquier contingencia médica y sin seguro de vida, Indira se siente desprotegida.

Destaca la presión psicológica de la pandemia sobre el personal sanitario. Dice que en su trabajo les han ofrecido terapia psicológica para superar lo que están viviendo; sin embargo, ella considera que –por ahora– no la requiere.

“Antes yo entraba a terapia intensiva y no veía a nadie fallecido. Ahora voy dos veces al día, y puede que encuentre dos o tres fallecidos. Todos los días fallece alguien en terapia intensiva”.

“Hay que hacerse la fuerte, piensas que estás haciendo todo lo que puedes. Quizá lo más duro que nos está pasando a nosotros es que la población piense que nosotros queremos hacerles daño.

Los pacientes se quieren ir del hospital; algunas pacientes tenían cesáreas programadas y no quieren venir al hospital porque piensan que nosotros los vamos a infectar. Esa parte es lo que más duro me ha dado”.

La satisfacción por el trabajo que realiza es la parte positiva. “Siento que la historia nos está necesitando. Yo digo: ‘Para esto es para lo que nos preparamos, para ayudar’. La satisfacción es que estoy en la lucha, que estoy haciendo lo que me gusta, estoy ayudando en la medida que la ciencia nos lo permite y que las posibilidades nos lo permiten”.

Indira Vive con su esposo, también médico. Ella comenta que su día a día en el hogar ha cambiado. Tiene estrictos protocolos para ingresar a su casa. “Desde que estás en la puerta te tienes que desvestir, quitar todo y a la lavadora. Lavamos todos los días la ropa que usamos. No nos damos ni un beso.

Como decimos nosotros, hay que entrar al proceso de desinfección, para todo lo que usamos: el celular está protegido, a los zapatos les echamos alcohol, pues en nuestro día a día uno puede llegar cansado de 12 horas de trabajo y todavía te queda una hora y pico mientras logras desinfectarte y poner todo en protección para no entrar a la habitación y poner en riesgo a alguien”.

Piensa quedarse a vivir en Colombia. “Yo creo que ahora ya muero acá. Voy a tratar de hacer los papeles para la ciudadanía”.

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