Abuelos en el exilio
Por Kaisorak Madriz / kaisorak@hotmail.com
Para algunas familias el apego dificulta la separación y en consecuencia, vivir el proceso de ser inmigrantes se complica, pues la migración trae consigo la constatación que se deben reconstruir de forma autónoma, independiente, focalizado en el proceso de integración y ajuste, pero la realidad es que no hay un solo foco, también hay un segundo, en el que se termina por estar muy pendientes de lo que ocurre o podría ocurrir a los suyos en el país de origen. Es por esto que gestionar la reintegración familiar es una opción que muchas familias de inmigrantes intentan como una esperanza, una vía plena de ilusiones en donde se pudiera tener a abuelos, padres y nietos juntos…y felices. No obstante, la realidad de una convivencia idealizada puede provocar que lo cotidiano desemboque en pequeñas crisis, en algunos casos superables, en otros no.
La llegada de los padres o abuelos por más tiempo que unas vacaciones en algunos hogares inmigrantes puede implicar un conflicto para la familia. Los hijos tienen la calma de tenerlos acá, los ubican, tienen planes para ellos, los pasean, pero una vez que la luna de miel pasa, lo cotidiano se impone, lo real se convierte en el día a día, y aparecen crisis en donde estar juntos ya no es suficiente.
Acá un corto cuento al que he denominado Los abuelos en exilio, que ilustra un poco esta situación:
-Gladys mija, quisiera estar yo como tú, preparando maletas, deja de llorar pues, no regales más na’, llévate todo eso. No ves que son los recuerdos de tu familia, así se los das a los nietos allá. Mujer vas a conocer la nieve… jajajaja, quién aguanta a Gladys lanzándose por trineo pues, capaz y conoces a San Nicolás. Gladys por Dios deja de llorar, vas con tu familia…
-Miriam por Dios… esta es mi casa, este mi cielo, ustedes mis amigas, aquí enterré a mis padres, aquí hice mi historia y mi carrera. Yo ya tengo 65 años, que voy a empezar yo en otras tierras, no mija yo ya estoy vieja para aprender hablar ni francés, ni inglés, ni alemán. Es un estrés, aprender a ubicarme en otras calles, en otra casa que no es ésta, yo no puedo llegar a disponer ni cambiar las cosas de la casa de mi muchacho. Él y su mujer ya tienen sus maneras de llevar sus vidas. Me voy porque toca pero yo no sé si eso es lo que quiero. Imagínate, a esta edad y comenzar de nuevo. Me voy porque la inseguridad y el peligro acá es un problema, porque a cuenta que estamos viejas nos atracan a cada rato. Me voy pero no quiero irme. Yo ya hice mi vida, ellos tienen el derecho de hacer la suya pero por otro lado…en este país no encuentro ni mis medicinas, Miriam francamente… esto es un exilio…me voy por lo míos y porque vivir aquí ya no se puede…
Tres meses más tarde…
-Hola Miriam, francamente esto del internet es una maravilla. Si chica estoy bien, mira que fue lo que pasó con el banco ese, cónchale vale, allí tenía mi dinerito… qué, no te entiendo… Miriam por Dios, por mí, me devuelvo ya, me siento una extranjera en esta casa, nada me pertenece, no puedo opinar, no puedo salir sola, los nietos son una belleza, sino fuera por ellos… pero mi nuera está como estresada todo el tiempo, yo no sé qué esperan de mí, no sé qué hacer. Necesito mi casa, mi espacio, la locura de las calles… No fue lo que soñábamos… el día a día es otra cosa… Miriam, el frío es horrible… sería bello vivir todos juntos y felices pero ni esto es Disneylandia ni yo, por mucho que quiera, soy una hada Madrina… hermana mía yo necesito regresar a mis raíce, a mi casa”
A veces los padres o abuelos se adaptan a las circunstancias, pueden ser más tolerables a los cambios y encuentran en el proceso migratorio un sentido de ser, un rol y con éste una función en la familia. En ocasiones, nada les ata al país de origen, así que mantener la transcendencia de las raíces, el contar sus historias, transmitir una cultura y enriquecer los afectos ayuda a balancear lo cotidiano. Las añoranzas siempre presentes, las discusiones pueden resolverse en negociaciones y sobre todo el aceptar que su rol no es el de gerencia familiar favorece el mantener los lazos.
El logro de estos elementos no siempre se presenta como lo cotidiano. En ocasiones el conflicto está a la orden del día. Muchas veces el abuelo se siente a la merced de lo que hijos o nietos decidan, existe una pérdida de control, no se halla, la integración al país no se logra y el proceso migratorio no respondió a su deseo sino como consecuencia de una cadena de eventos que en ocasiones lo deja con cierto sentimiento de pérdida de control, sumisión, irritabilidad y en ocasiones tristeza. Las discusiones aparecen, las rebeldías de ambas partes también, el abuelo necesita de otros abuelos para compartir y abrir un espacio para la queja. Algunos logran adaptarse, otros no.
No hay garantías, cada familia posee sus dinámicas y presentan sus propias características. Nuestro objetivo en esta entrega es sensibilizar sobre lo que ocurre y sienten algunos abuelos o padres “en exilio” que intentan adaptarse hasta donde sus recursos se los permiten. No olvidemos que no poseen nuestras mismas oportunidades y aceptemos si un día se acercan para decirnos “yo te dejé partir, fue tu decisión y lo respeté, hoy estoy claro cuál es mi espacio y desde donde yo puedo ser, necesito volver”.
Es cierto, en procesos críticos y agudos hace falta la madre, hace falta el padre y la cuna familiar que eso representa. Como familias latinoamericanas la aprehensión es, en ocasiones, una característica. Sentirse unidos produce calma pero la reunificación no siempre funciona. Es necesario ver las diferentes puntas de un cuadro y comprender que frente a una misma realidad cada quien tiene un lente para interpretar lo que le sucede. Estar abiertos, flexibles y evaluar alternativas siempre ayuda.
Con todo mis respetos para aquellos que están desde el aquí o desde la distancia, mis saludos y no olvide contactar a un especialista en caso de que sea necesario.
Fuente: http://noticiasmontreal.com/137505/inmigrantes-inmigracion-abuelos-exilio-kaisorak-madriz/
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