Migración: un país grande e invisible

El desplazamiento de personas de su lugar habitual de residencia es un fenómeno muy antiguo y al mismo tiempo actual, ya que muchas de sus causas continúan siendo las mismas: búsqueda de mejores oportunidades para los individuos y sus familiares, mayor protección, búsqueda de libertad, de seguridad... 
Tomado del libro: Inteligencia Migratoria. ¿Me quedo o me voy? Ediciones B, Venezuela, 2013


Según estimaciones de la Organización Internacional de Migraciones (OIM), alrededor de 214 millones de personas migran cada año. Esta asombrosa cantidad es equivalente a la población de un país grande e invisible. Y estas personas tienen algo en común: el cambio de su entorno, ya sea de manera temporal o permanente. Ese cambio trae consigo problemas: pérdidas y duelos derivados del cambio de cultura, vida, costumbres sociales, familiares, amigos, compañeros de trabajo, lugares, climas…

Para los migrantes forzados, los problemas son más complejos y riesgosos y no son raros los trastornos físicos y mentales, al punto que deben buscar ayuda en los sistemas de salud pública de los países huéspedes.

En ocasiones, pueden presentarse problemas de comunicación, lo cual conlleva un esfuerzo mayor para inmigrantes, médicos y personal paramédico. Por otra parte, los distintos contextos culturales entre pacientes y personal clínico producen retardos involuntarios, tanto en la atención primaria (primer contacto para establecer la naturaleza y gravedad de la razón de la consulta), como en la atención secundaria (visitas para tratamiento y estudios varios donde se deciden y/o corrigen tratamientos).

Por otra parte, y no menos importante,  se generan diferencias culturales y actitudinales con los propios hijos nacidos en otros países, diferencias que establecen desigualdades profundas tanto en valores como en conductas. Con frecuencia, a pesar de que estos jóvenes todavía no han llegado a ser ciudadanos legítimos de sus nuevas realidades, tratan de establecer una clara separación respecto de sus culturas de origen pues están en un proceso de transición hacia la bi-culturalidad y la globalización. 

Mientras tanto, aunque manejen mucho mejor el idioma y modismos del país huésped, es probable que sus padres siguan aferrados a su mundo conocido, manteniendo casi intactas sus creencias y conductas. En este sentido, resultan muy positivas las iniciativas que promueven en los jóvenes la recuperación de sus raíces culturales pues favorecen el acercamiento y la cohesión familiar. Así, con el tiempo, los hijos velan por sus padres en lugar de distanciarse, mientras que los padres ganan seguridad y afecto.

Muchas personas preocupadas por la opción de emigrar, acuden a sus amigos y terapeutas para hablar sobre estos temas. Sin duda esto también ha preocupado a los especialistas pues, desde un punto de vista profesional, se intenta orientar a la gente hacia una apropiada toma apropiada de decisiones. 

Probablemente, aunque no se puede hablar todavía de un Coeficiente Migratorio (CM), combinando mediciones ya disponibles, tales como escalas de ansiedad, depresión, coeficientes sociales y emocionales, evaluaciones de personalidad, entre otras, se logre entender mejor esta nueva realidad.

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