Hay que cruzar las grandes aguas

¿Irnos? ¿Resisitir? ¿Luchar? Preguntas que nos hacemos los venezolanos a diario, pero lo cierto es que pasamos de ser un país de inmigrantes a ser emigrantes. Con la mirada puesta en lejanos parajes, los que deciden por el éxodo van apurados recabando un sinfín de documentos, traducciones legales, apostilllados. Abocados a destejar sus hogares, abandonando tantos recuerdos tras de sí para partir ligeros de equipaje a sus destinos de expatriación. 
Por Trudy  Ostfeld de Bendayán, Ph.D Filósofo, analista Junguiana



 

De tierra en tierra fui avanzando
estuario, insufribles territorios
y siempre regresé, no tuve paz:
¿que podía decir sin mis raíces?
Pablo Neruda

Nuestra Patria, antaño Madre de manos pródigas que ha sabido acoger y amparar en su regazo hijos propios así como cuantiosos natos en suelos extranjeros, ha devenido en el imaginario de sus habitantes en una madre mezquina y seca, cuyos pechos mustios y vientre estéril ya no son dadores de la exuberancia y cuidados de tiempos pretéritos. Ha dejado de ser garante, como debiera ser toda madre "suficientemente buena" (Winicott), del derecho de la vida, la alimentación, salud y bienestar.

Y es que nuestra Madre Patria ha sido violentada por la adusta bota de un Padre anárquico y perverso quien, a través del autoritarismo, la imposición y arbitrariedad, busca aniquilar la alteridad utilizando los medios más torturantes, vejatorios y psicopáticos. Como sistema único generador de oposiciones binarias jerarquizantes, el régimen arremete contra la multiplicidad y la diversidad. 

En su actuar polutivo se comporta frente a otro, al que margina, de manera persecutoria, represiva, segregacionista y hasta criminal. Botas que han menoscabado todas nuestras áreas existenciales: salud, seguridad, alimentación y economía. Nos vemos hostigados por la constante amenaza a nuestra integridad personal, por la impunidad, el adoctrinamiento escolar, la merma económica, la galopante inflación, el desempleo, la carencia de insumos básicos, el amordazamiento de la libertad de expresión, la mengua de la clase media, la pobreza in extremis, la creciente desaparición de Venezuela como destino de aéreo, etc. Adolecemos por más de casi dos décadas de una fuga de aquellos referentes y certezas que solían afianzar nuestro sentimiento de pertenencia, identidad/identificaciones y continuidad. 

Padecemos de lo que Nietzsche calificó como una "trasvalorizacion de todos los valores": la bondad se ha trocado en maldad, la ley en arbitrariedad, la seguridad en angustiosa incertidumbre, la racionalidad en irracionalidad y el cosmos en caos.  Así, náufragos de certidumbre, centenares de venezolanos han devenido peregrinos, otros, imposibilitados de levar anclas, han engrosado las filas de los desatalentados quienes, aplastados por el manto saturnino de la melancolía y de la rumiación nostálgica , albergan a la desesperanza como confín de sus días. Otros se han ido, sin haberse realmente ido y sin tener conciencia clara de su éxodo psíquico y emocional. Se quedan sobrecogidos por una ominosa sensación de tránsito…de extrañeza de su suelo natal. Finalmente, muchos que aún permanecen ya sea por imposibilidad de traslado a otros lares y otros cuya fe aun bufa pues -real o ilusioramente- intentamos aún avizorar un porvenir redivivo.

¿Irnos? ¿Resisitir? ¿Luchar? Preguntas que nos hacemos los venezolanos a diario, pero lo cierto es que pasamos de ser un país de inmigrantes a ser emigrantes. Con la mirada puesta en lejanos parajes, los que deciden por el éxodo van apurados recabando un sinfín de documentos, traducciones legales, apostilllados. Abocados a destejar sus hogares, abandonando tantos recuerdos tras de sí para partir ligeros de equipaje a sus destinos de expatriación. 

Por su parte, las embajadas y consulados se hallan abarrotados de los pájaros migratorios en busca de diversos tipos de visas: de turismo, de trabajo, de inversionista, visas de condición de refugiado y, que una vez ingresados en el país de destino, trocan por la de asilo. Trámites para la activación de una segunda nacionalidad. Huidas por los caminos verdes viviendo en el extranjero en las aciagas condiciones inherentes a la ilegalidad, etc. 

Sea cual fuese el novel sendero seleccionado, los adioses de familiares, amigos y pacientes se han ido multiplicando inexorablemente. Familias desmembradas, desgarradas por la pérdida de la vivencia directa del diario acontecer con aquellos seres amados que evitan engrosar las estadísticas de las víctimas del hampa ni desean perpetuar la humillación y frustración que conlleva hacer largas colas diarias por un litro de leche, pañales o medicinas o anhelan apaciguar una  sensación de abyecta ansiedad o desesperanzador desasosiego. 

Llegan a ese momento en que reverberando a Pessoa pueden aducir en que “es necesario… abandonar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Para entrar al momento de la travesía.” En razón de ello hemos participado de numerosas despedidas que a, pesar de nuestro amago de optimismo, atizan aquellos demonios, habitantes nefastos de los espacios psíquicos abisales, y que se ceban de nuestras recónditas dudas y temores. 

Una paciente, reverberando esta realidad, a raíz de la marcha de otros significativos en su vida, ha descrito una fatídica sensación producto de una imagen reiterativa en la que vislumbra al puerto de La Guaira plagado de numerosas embarcaciones varadas debido a que el agua de mar se ha ido tornado gelatinosa. Una densidad que clausura indefectiblemente toda tentativa de salida. 

¿Quedaremos atrapados? ¿Crees que es una señal? ¿Será, acaso, una imagen precognitiva?, me increpa. ¿Como atemperar su angustia si furtivamente tambien roza con la mía? Como todos nosotros, los "curadores heridos", intento ofrezcer el témenos necesario para la contención y reflexión mientras evito conjurar -a fin de no actuarlos- pensamientos y sentimientos gemelares.

A modo de psicopompo, "conductor de almas", acompaño a aquellos pacientes decididos a 
atravesar "las grandes aguas", encomendación de un hexagrama I Ching o libro de cambios, a fin de favorecer la trasmutación creativa del espacio transicional que se consteliza a consecuencia de la decisión de emigración del paciente. El énfasis tambien recae en el trabajo con el material onírico pues, el inconsciente, desde la perspectiva junguiana, es magma imaginario de futuras manifestaciones fenoménicas. Es decir además de los sueños arquetipales inherentes a la inmigración, tales como: temas relacionados con muerte y renacimiento, travesías, casas desconocidas, robos, pérdidas, cruce de túneles, cambio de ropa, espacios transicionales (hoteles, aeropuertos, estaciones de tren), cruce de fronteras, cambios de rasgos físicos, extravíos, etc., también se suelen producir sueños prospectivos capaces de ofrecer una prognosis en relación a la situación de cambio del paciente.

Con algunos, he de perpetuar el encuentro analítico a través de la vastedad cibernética a fin de favorecerles un sentimiento de continuidad y ofrecerme a modo de generosa escucha para contener y  reflejar todo lo relativo a las nóveles, caleidoscopicas y, a menudo, agridulces experiencias en los diversos suelos de adopción, vivenciadas con frecuencia a modo de vertiginosas lejanías.    

La partida de la Patria es una urdimbre compleja tejida de numerosas y heterogéneas tramas pues resultan tan pródigas las variables que entrañan una marcha que es difícil englobar bajo una mirada sencilla las implicaciones del éxodo que nos viene aquejando por casi dos décadas y que se ha ido remontado in crescendo por la mengua existencial que se nos precipita. 

Entre algunas variables que afectan la subsecuente adaptación a la nueva realidad caben mencionar: 1. las circunstancias y razones de la emigración; 2. las condiciones de paciente que migra: físicas, psíquicas, económicas, de edad, de caracter. 3. las condiciones y receptividad del país huesped; 4. si implica o no un cambio de idioma y si el mismo es dominado por el que migra; 5. si el que parte va solo o en compañía; 6. la magnitud de las diferencias culturales entre su país de origen y de destino; esto está referido al lenguaje, vestimenta, comida, tradiciones, música, ideologías políticas, sentido del humor, del carácter introvertido o extravavertido de una cultura, de la manera como manejan y expresan las emociones y afectos, etc. Mientras mayor sea la gradiente diferencial mas difícil sera la aclimatación. 7. las diferencias climáticas;  8.  si se trata de una migración o de un exilio; 9. si padece o no de sentimientos de culpa o de verguenza; 10. si tiene o no la oportunidad de regresar cada cierto tiempo a su país; 11. si posee la flexibilidad para aceptar un proceso de aculturación en el nuevo destino; 12. el grado de resilencia; 13. Si tiene o no un proyecto de vida: trabajo, estudio, rentista  14. en caso de que vaya de trabajo si posee o no un contrato laboral; 15. la densidad poblacional de compatriotas en la novel urbe; 16. la legalidad de su estadía; 17. la viabilidad de los arreglos pre inmigracionales 18. si la partida es temporal o permanente; 19. la actitud ante la partida, 20. si está respaldado por una adecuada póliza de seguro, etc.

Con todo, aún si las variables juegan a favor a nivel objetivable esto no garantiza el éxito de la acometida pues, al fin y al cabo, toda partida es un fenómeno más de índole subjetivo.

Existen dos arquetipos que desempeñan un papel determinante en el pasaje venturoso hacia nuevos horizontes. Estos son los dioses conocidos en la mitología griega como Hermes y Hestia. Reitero que cuando hablo de “dioses y diosas” me refiero a energías psíquicas, son metáforas de comportamientos y, en ningún momento, deben ser confundidos con algún movimiento proselitista abocado a un retorno al panteísmo primigenio. 

Hermes, el mítico dios de la sandalias y casco alados representado al viajero amigable y comunicador, es una energía psíquica que promueve el cambio. Hermes nos abre hacia el mundo de las posibilidades y de la búsqueda de nóveles territorios. La activación de su energía nos brinda el impulso para acometer el salto y cruzar las grandes aguas. Sin embargo, necesitamos atemperar esa energía siempre en movimiento con la de Hestia a fin de evitar el inminente desarraigo propio de Hermes. 

Antiguamente,  Hestia era la diosa de la tierra -era la tierra misma- y del fuego sagrado de cada hogar. El lugar en el hogar donde el fuego resplandece es el lugar míticamente asignado a Hestia que, como cualquier otro arquetipo, personifica una energía psíquica particular. Ella representa a la familia, la vida centrada y contenida y la ley del clan. El único servicio que se le rendía era la comida familiar. El deseo de tener un lugar de pertenencia, la necesidad de apego a la tierra, la búsqueda de una santuario personal que sirva como contenedor alude a la energía de Hestia. Es por eso, que más que nunca se hace imprescindible entender que el hogar no es sólo una casa en la que se habita, no es algo que pueda estar situado simplemente en cualquier parte que nos resulte conveniente ni tampoco es algo que pueda ser intercambiado con facilidad. Más bien, el hogar que debemos construir en los variados destinos a fin de honrar a Hestia debe ser un centro irremplazable de significancia. Se hace preciso abocarse a crear un hogar de pertenencia. Jung habia concebido la casa como instrumento de análisis del alma. La casa pasa así a ser una ontología directa que nos remite a nuestra mismidad.

Cuando las energías personificadas por ambas dedidades no se hallan intrapsíquicamente armonizadas, tratarán de anularse mutuamente. Es decir, si Hestia no está complementada por Hermes, el inmigrante puede reaccionar con una actitud de retirada etnocéntrica en la que rechaza todo proceso de aculturación tratando de replicar el estilo de vida dejado atrás. Pues, Hestia no desea algo que esté fuera de ella. Es la diosa fijada a la casa, a su país y rechaza los desplazamientos, los cambios y todo aquello ajeno a sus raíces y a su etnicidad. Una unilateralidad de la energía de Hestia, nos puede conducir a un tribalismo fanático cuya expresión última es el sectarismo y la xenofobia. 

Por ello, mientras a Hermes siempre se le representa en movimiento, Hestia siempre aparece sentada. Si por otra parte, se presenta un exceso de energía hermética no atemperada por Hestia, entonces el inmigrante rechaza todo lo relacionado con su vida anterior e intenta fusionarse con las costumbres, estilos y creencias del país de adopción. Asimismo, evitará arraigarse en ninguna parte y nos mantendrá en continuo movimiento sin generar núcleos significativos ni con la gente ni con la tierra (Hermes no tiene hogar). La concordancia de ambos es condición imprescindible para el logro de un equilibrio psíquico y emocional adecuado: donde se genera una nueva amalgama entre los viejo y lo nuevo.

Por lo arriba mencionado, podemos evidenciar que el proceso de migración es un proceso complejo a muchos niveles y particularmente a nivel psicológico. La migración conlleva un cambio profundo que implica numerosas pérdidas (red vincular, la geografía que nos habita, nuestros valores y cultura, platos típicos, etc.) y que puede generar tanto un duelo como un trauma. Recientemente en un encuentro con una colega, residenciada desde hace varios años a los Estados Unidos y en pleno ejercicio de su profesión, le pregunté cómo podría describirme su experiencia en la diáspora y con un dejo de tristeza me respondió: “es un sentimiento de orfandad”.

No obstante, también a la inmigración le es inherente el germen de lo novedoso: puede representar una oportunidad de expansión y crecimiento personal que no hay que perder de vista. Resulta significativo el número de profesionales venezolanos que se han destacado en variadas latitudes en diversos campos de desempeño: ciencia, arte, comercio, política. Lamentablemente, esta realidad representa para el país una importante fuga de talentos que deja múltiples vacíos en áreas vitales de desempeño.

Para concluir, estimo relevante destacar que cada uno de nosotros representa un factor de posibilidad de cambio dentro de nuestra luctuosa realidad. Al fin y al cabo, la esencia del hombre es el devenir. Jung conduce el drama externo hacia la subjetividad cuando escribe: "Cuando algo mal en la sociedad, algo anda mal en el individuo y, cuando algo anda mal en el individuo, algo anda mal en mí." (“Los complejos y el inconsciente”). La salida, entonces, no es de orden soteriológica, esperanza que muchos albergan, más bien está orientada a un cambio que comienza en lo individual. Es en lo más íntimo donde se generan las grandes transformaciones.

Con todo y para finalizar me siento tentada a confesar que hace algunos meses, estando al cuidado de mis nietas en Miami, venía conduciendo de regreso  a casa del colegio. Emily, la mayor, de pronto comenzó a entonar a viva voce, God Bless America, my home sweet home. Al escucharla, unas furtivas lágrimas rodaron por mis mejillas. Pues, en ese momento tuve plena consciencia que ellas, mis hermosas gringuitas, no conocen Venezuela… no conocen a mi querida y, ahora herida, Venezuela. No se han amamantado de nuestros paisajes, de nuestro amado Avila, de su flora y fauna, de sus olores y colores. Fervientemente deseo que llegue el día en destronado el Padre depredador y redimida la Madre, retornen a su salvaguardador regazo y las escuche cantar nuestra hermosa Alma llanera.


"Sin el alma, no hay forma de salir de este tiempo" C.G.Jung

Fuente: http://www.centroestudiosjunguianosenvenezuela.com/hay-que-cruzar.html

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