Problemas de vivir en el extranjero: la incomunicación

Una calle de Calcuta
Interesante testimonio de una profesora de español que vive en la India

 Cuando vivía en Japón, era un poco complicado entenderme con la gente. Sí, sabía algo de inglés y algo de japonés, pero no tenía facilidad para pensar en estas lenguas cuando llegué. Mi inglés era algo mejor, pero muy funcional... lleno de errores. Todavía recuerdo cuando era incapaz de decidir si era “she” o “he “ o “his” o “her”, y cambiaba de referente en una misma frase, además del típico “people is” y mis dobles pasados “I didn't knew”... No es que no supiera las normas gramaticales: las sabía bien. Me ponías un examen de inglés por escrito y jamás cometería esos errores. Pero una cosa es escribir, cuando tienes tiempo para pensar qué estás escribiendo (y puedes borrar, y nadie lo ve), y otra muy distinta, hablar, donde no hay tiempo de ensayar, ni de pensar si lo que dices es correcto gramaticalmente, ni de borrar, porque nunca se borra, el error ya está hecho, dicho y oído.

Aprendí inglés (¡qué remedio!) porque si no no había manera de establecer comunicación con los demás alumnos extranjeros. ¿Cómo iba a comunicarme con mis compañeros de residencia o de clase, si ninguno de ellos hablaba español? La necesidad de comunicarme fue lo que hizo que aprendiera inglés. Quiero decir, que aprendiera a HABLAR inglés.

Y japonés, bueno, no tenía tanto contacto con japoneses (por otros problemas no tanto comunicativos, que también, sino culturales...), así que aunque mi japonés mejoró muchísimo, mejoró sobre todo mi comprensión y mi lectura. Si no quería perderme en el país y estar aparte, tenía que aprender a entender lo que me decía la gente, el vendedor, el dependiente de la tienda, la voz en el metro, la mujer del banco. Y a leer, a leer los signos en la calle, las letras rápidas en los programas de televisión (menos mal que estaban ahí), los carteles en el metro, los anuncios, los envases de comida, los folletos con las ofertas de las grandes superficies....Gracias a dios (a un dios japonés, sin duda), tenía mi 電子辞書, mi diccionario electrónico que reconocía los kanji...

Pero mientras que con inglés, que era un idioma en el que me comunicaba diariamente, como tenía una base fuerte, gané la fluidez que me faltaba, con el japonés – que lo usaba diariamente, pero menos y no para una comunicación directa – tenía que prestar mucha atención. Escuchar varias veces. Leer con calma. Apuntarlo todo en una libreta. Usar el 電子辞書. Sin esa atención, estaba perdida. Y cuando el mensaje era demasiado rápido para mí, y no podía entender, me frustraba.

Era muy frustrante estar en un país, aprendiendo la lengua, y sentirme perdida, aparte del resto del mundo. Mientras que para ellos el japonés es el idioma natural, están cómodos comunicándose en él, y conocen las reglas del lugar y de la interacción social, yo no. Ni yo, ni casi ninguno (por no decir ninguno, voy a dejar el beneficio de la duda a algunos afortunados) de los estudiantes internacionales de la universidad. Por eso nos pasábamos el tiempo juntos, en inglés. Ahí, en inglés, aunque viniendo de diferentes culturas, todos estábamos en comunicación, y nos sentíamos conectados, miembros de un mismo grupo: el grupo de los estudiantes internacionales de Kansai Gaidai. Y considerando que nuestra familia y amigos estaban a miles y miles de kilómetros de distancia, formar parte de ese grupo era importante. Aliviaba la soledad y las dificultades de vivir tan lejos, de no entender nada, la frustración.

Ahora, otra vez, estoy en otro país, experimentando una cosa parecida. Pero distinta. Porque aquí no pertenezco a ningún grupo. El único grupo al que aspiro es al “grupo de estudiantes y profesores de español en Calcuta”. Pero los miembros de este grupo comparten un mismo idioma que no es el español, sino el bengalí, que yo no entiendo. Y además, pertenecen a otro grupo más grande: el grupo de “bengalíes en Calcuta”, que es enorme. Además de a su círculo de amistades y su familia. Y todos esos grupos funcionan en bengalí.

Por eso mi dedicación a aprender bengalí: para formar parte del grupo. Pero no es fácil, y el camino está lleno de frustración, mucha más frustración que en Japón. Allí, al menos, tenía mi grupo de “estudiantes internacionales”, funcionando en inglés, donde tenía mi refugio. Como dije antes, aquí no tengo grupo. Es como estar en Japón pero sin el apoyo de los estudiantes internacionales, y sin conocimiento alguno de la lengua nativa: como intentar entrar en el grupo de japoneses directamente, sola, y sin saber japonés ni las reglas de la interacción social. Cámbiese japonés por bengalí.

¿Qué por qué no me busco otro grupo, un grupo de “internacionales”, que funcione en inglés? Pues por dos razones muy sencillas: 1, no hay, y 2, aunque hubiera, no quiero.

¿Qué por qué me quejo entonces? Pues... porque es muy frustrante.

Y no quiero porque justamente por entrar en el grupo de “internacionales”, no aprendí tanto japonés ni tanto sobre Japón como podría haber aprendido. No me acabé de meter en la cultura. Si, volví a mi casa haciendo reverencias, diciendo “hai” en lugar de “sí”, siendo superamable y pidiendo todo de la manera más indirecta posible, levantándome a las 6 de la mañana para desayunar con té verde y comiendo fideos de soba todo el tiempo con palillos. Si me hubiera quedado un año más, me habría empapado más de la cultura japonesa y la habría entendido mejor. Pero no fue así. Lo que pasó fue que mi inglés mejoró mucho, y que conocí a gente de muchos países, que también es algo fantástico, pero no fue lo que fui a buscar.

Vivo en India. No es un año de estudios, sabiendo que luego voy a volver a España. No, yo vivo aquí, en Calcuta, y si voy a volver a España o no, o si me voy a marchar a Zimbwawe, pues no lo sé. No hay fecha límite a la vista. Por eso veo mi estancia aquí desde una perspectiva distinta: la perspectiva de la supervivencia. Tengo que introducirme en la cultura, en el grupo, o sí o sí. No hacerlo sería un suicidio, alienarme para el resto de los X años que me quedan aquí.

Pero, ¿no dices que hay un grupo de estudiantes y profesores de español? Ellos hablan español, ¿no? Entonces, tiene que ser fácil, ¿no?

A primera vista, sí. Pero en cuanto estás con parte del grupo (más de uno o dos), inmediatamente, el bengalí va a aparecer. Es normal. Comparten una lengua, ¿por qué no van a usarla? Es una estrategia comunicativa natural, la más natural de todas: usar la lengua materna. ¿Se dan cuenta de que no entiendo nada de lo que están diciendo? ¿Se dan cuenta de la frustración que provoca querer entender y hablar y no poder hacerlo porque tienes un bloqueo por tanto deseo? ¿Se dan cuenta de que así me ponen inmediatamente fuera el grupo, aparte? Y si se dan cuenta, ¿debería importarles?

A lo mejor, la respuesta a todas esas preguntas, es no. ¿Qué puedes hacer entonces? De momento, ver Nayok tantas veces como pueda hasta entender los diálogos...

Fuente: http://indispania.blogspot.com.ar/2012/06/problemas-de-vivir-en-el-extranjero-i.html

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