La vida es una permanente exposición a lo inesperado

Donde muchos ven un problema paralizante, otros encuentran una oportunidad para evolucionar. Nuestra existencia está llena de giros que superan la imaginación del mejor guionista, aunque tratemos de analizarla como algo previsible. Por mucho que se quiera mantener el control, hay acontecimientos que tienen lugar de forma abrupta y que obligan a cada uno a replantearse la vida.
Por Francesc Miralles, El País


Se tiende a pensar que las rarezas y accidentes son poco frecuentes, cuando de hecho son parte fundamental de la realidad. No solo América fue descubierta por Colón por casualidad. Muchas de las cosas importantes que suceden aparecen sin que se hayan buscado. Bienvenido al reino de lo inesperado.

Vivimos en el mar del cambio y la incertidumbre, pero eso no tiene por qué ser malo. En su libro La ley del quizás, la consultora de negocios Allison Carmen toma como punto de partida una célebre fábula oriental que le contó su profesor de chi kung, una terapia medicinal de origen chino que se basa en el control de la relajación, para explicar su teoría sobre lo incierto. La historia se resume así:

Un día, el caballo de un campesino se escapó. Su vecino le dijo: “¡Qué mala suerte has tenido!”. El granjero le respondió: “Quizás”. Al día siguiente, el animal regresó acompañado de cinco yeguas. El hombre volvió y le felicitó: “¡Qué buena suerte has tenido!”. El dueño replicó: “Quizás”. Poco después, el hijo del campesino, que solía montar a caballo, se cayó y se rompió una pierna. El amigo le comentó: “¡Qué mala suerte has tenido!”. Este contestó: “Quizás”. Al día siguiente llegaron unos oficiales del Ejército para reclutar al muchacho y luchar en la guerra, pero no pudieron llevárselo porque tenía la pierna rota. Entonces el vecino exclamó: “¡Qué buena suerte has tenido!”. El padre repitió: “Quizás”.

El mensaje de este tradicional relato es claro: no se puede saber el alcance de lo que sucede a nuestro alrededor en todo momento. Las cosas acostumbran a pasar por algo, según dicen algunos maestros, pero tal vez tardemos un tiempo en desvelar en qué consiste ese algo. Era lo que Steve Jobs, fundador de Apple, definió en su teoría de “conectar los puntos” y que explicó en el célebre discurso que dio en 2005 a los recién graduados de la Universidad de Stanford. 

Muchos acontecimientos inesperados que suceden en la vida de cualquiera adquieren todo su sentido cuando se contemplan en perspectiva. Por ejemplo: una vocación que se descubre después de haber perdido un trabajo que solo producía insatisfacción, el padecimiento de una enfermedad que facilita la reflexión y que desembocará en importantes cambios, o una ruptura que va seguida de forma imprevista por el hallazgo del verdadero amor.

Allison Carmen dice al respecto: “Los seres humanos tienen una asombrosa capacidad para olvidar que una de las pocas certezas con las que pueden contar a lo largo de la vida es que esta va cambiando. En cuanto las cosas dan un giro inesperado, tendemos a sentirnos abrumados por la incertidumbre. Pero cuando empezamos a aplicar la idea del quizás vemos que el ciclo del cambio es incesante. Cada resultado ofrece más posibilidades futuras”.

El ser humano se aferra de forma natural al mundo conocido, a lo previsible. A medida que nos convertimos en adultos, solemos hacer las mismas cosas y esperamos resultados que nos son familiares. Esto nos produce una sensación de control que aporta calma, aunque ya haga tiempo que estemos aburridos con nuestra vida. Desconocer lo que sucederá equivale a salir de nuestro hogar para adentrarnos en un mundo incierto sin saber qué nos deparará.

Lo que en psicología se ha etiquetado como “zona de confort” fue definido por Brené Brown, investigadora social de la Universidad de Houston, como aquel territorio donde la incertidumbre, la escasez y la vulnerabilidad son mínimos, es decir, donde creemos que hay espacio suficiente para el amor, la comida, el talento, el tiempo o la admiración. Resumiendo: “Un lugar donde creemos tener algún control”. Aunque la vida está llena de imprevistos y esa seguridad que anhelamos es una ilusión, al abandonar la zona de confort –por ejemplo, en un nuevo empleo o al inicio de una relación– nos sentimos ansiosos y tal vez incluso estresados.

Se ha demostrado, sin embargo, que es justamente en esa clase de situaciones cuando se potencia la creatividad. Del mismo modo que el conductor que realiza siempre la misma ruta corre el riesgo de dormirse por falta de estímulos y sufrir un accidente, enfrentarse a situaciones graves nos impulsa a sacar lo mejor de nosotros mismos, ya que nuestros cinco sentidos están puestos en aprender de ese mundo desconocido. En la primera cita con alguien que nos gusta, la conversación adquiere un nivel de frescura y creatividad que luego, en una relación estable, resulta difícil de alcanzar. Eso prueba que la incertidumbre nos hace crecer. A veces, como veremos a continuación, nos puede llevar incluso a lugares inesperados.

En su influyente ensayo El cisne negro, el investigador y financiero estadounidense Nassim Nicholas Taleb exploraba aquellas cosas que suceden contra cualquier pronóstico o previsión, lo cual tiene lugar con mucha más frecuencia de lo que se pueda creer. Lo que este autor denomina “cisne negro” es un evento que presenta estos tres atributos:

  • Es inesperado. Nada de lo sucedido en el pasado apuntaba a esa probabilidad.
  • Tiene gran impacto. Tal vez porque es ­inesperado, nos toma con la guardia baja y captura toda nuestra atención.
  • Genera explicaciones ‘a posteriori’. Por el temor que produce lo incierto, cuando aparece esta figura animal se buscan toda clase de argumentos que justifiquen por qué ha sucedido.

Las noticias demuestran diariamente que lo que se desconoce es más importante que lo que se conoce. Nadie previó en Estados Unidos que podría suceder un atentado como el del 11 de septiembre de 2001, de la misma manera que las primaveras árabes empezaron como una explosión espontánea de rebeldía. Y lo mismo se aplica a la gran crisis bursátil del 19 de octubre de 1987, cuando solo en Nueva York los inversores perdieron más de 500.000 millones de dólares en un día. 

Siguiendo la tercera ley del cisne negro, cuando sucede algo así, todo el mundo intenta rastrear las causas y predecir cuándo volverá a pasar. Taleb cuenta que, tras la crisis de 1987, la mitad de los operadores norteamericanos esperaron un nuevo cataclismo el siguiente mes de octubre, sin tener en cuenta que el primero no había tenido ningún antecedente. La enseñanza, también para nuestra vida cotidiana, sería esta: hay cosas que no tienen una explicación racional, así que, en lugar de tratar de controlarlo todo, es mejor estar dispuestos a esperar lo inesperado. En vez de sucumbir al miedo, si aceptamos que la vida es cambio y una sorpresa constante, sabremos navegar en el torrente de nuevas posibilidades que nos lleva al futuro.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/02/18/eps/1455809860_842194.html

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