Si quieres llegar rápido ve solo, si quieres llegar lejos ve con alguien

Emigrar en familia requiere prepararse para aceptar la diversidad del grupo y llegar así a lograr el equilibrio y sincronía
Por Geraldine Morillo



Lo característico por naturaleza de un grupo familiar, más allá de los vínculos consanguíneos, de amor, cuidado y compromiso que pueden guardar sus miembros entre sí, es el hecho de que precisamente esas personas suelen tener distintas edades, géneros, necesidades, intereses, responsabilidades, experiencias de vida, temores, expectativas y un sinfín de condiciones que los distinguen a unos de otros.

Toda esta diversidad que coexiste en la cotidianidad de la vida en familia, y que muchas veces es una de las causas de las desavenencias y conflictos en la convivencia familiar, sigue presente al momento en que este mismo grupo familiar o algunos de sus miembros toman la decisión de migrar, lo hacen y reinventan su vida en otro lugar, “siendo los mismos” y “siendo distintos” ya que, tal como afirma Harry Czechowicz , “no hay migración exitosa sin transformación personal”.

Todos inician el viaje, la mudanza, desde la fantasía, el deseo, el temor, haciéndose a la idea, incorporándolo a lo posible, cada uno desde su lugar, para luego hacerlo efectivamente de verdad, verdad.

Pero aunque en el mejor escenario viajen todos juntos, en el mismo avión, en el mismo tren, en el mismo barco, los tiempos de TODOS serán diferentes… Asumir esto y respetarlo desde “la hora 0” contrario a lo que parecería, es lo que en parte puede ayudar al grupo familiar a alcanzar la sincronía, a encontrar su “tempo”, el de todos… y a poder efectivamente viajar juntos y llegar lejos, como reza el proverbio.

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