El proceso migratorio: adaptación y duelo

El fenómeno migratorio es tan viejo como la misma humanidad y va ligado al desarrollo y evolución humana. Pero el movimiento migratorio actual es el resultado del enorme foso que separa a los países pobres de los países ricos, como consecuencia del contexto geopolítico internacional y el modelo de globalización económica.
Por Nabil Sayed-Ahmad Beiruti

Fragmento del libro La persona más allá de la migración, página 262


Por consiguiente, huir, exiliarse y encontrar refugio en otro país, cuando ello es posible, se impone antes que se decide. Emigrar es, por tanto, una necesidad y un acto que afecta profundamente al individuo, a la familia, al entorno y a las sociedades emisora y receptora de una manera mutuamente determinante.

Implica, a nivel individual y familiar, dejar un “modelo de vida” y de identidad para incorporar otro “nuevo”, así como a nivel social (en ambas sociedades) cambios estructurales en el ámbito socioeconómico y político. El fenómeno migratorio, pues, es complejo y multifacético, abarca factores económicos, políticos, psicológicos, sociales y culturales.

El proceso de adaptación se caracteriza por una serie de situaciones generadoras de estrés, que se asemejan al duelo, que conllevan como característica común la ambivalencia, y que se extiende a lo largo de todo el proceso de inmigración. Las características y el grado de elaboración de esta ambivalencia, tanto por el inmigrante como por la comunidad receptora y la de origen, van a definir el nivel de adaptación y/o integración vincular; considerada ésta como la relación de integración y de aceptación mutua inmigrante-comunidad. Esta adaptación es bio-psico-social, es decir, alcanza los tres niveles que configuran al sujeto.

En lo referente a la adaptación biológica (organismo) este proceso se manifiesta sobre todo en lo concerniente a los cambios climáticos, de climas fríos a cálidos o viceversa, proceso que requiere su tiempo, sobre todo su influencia en la esfera psicológica y las vivencias biográficas: “Aquí hace mucho calor todo el año, hay mucha humedad, mucha luz,…, la navidad aquí, no es navidad, los árboles son artificiales, no hay nieve, no es igual a la de mi tierra” (Paciente del Este de Europa).

Asimismo los cambios alimenticios son muy importantes en el proceso adaptativo, con mucha frecuencia las personas inmigrantes (recién llegados) consultan por alteraciones gastrointestinales, que en su mayoría no son más que una consecuencia de los cambios en los hábitos alimentarios y de los componentes de los alimentos; en su vertiente psicológica se manifiesta con actitudes de nostalgia de determinadas comidas. Destacar, asimismo, el fenómeno de la proliferación del comercio dedicado a la venta de productos alimenticios de los países de origen. En lo psicosocial destacan la nostalgia por las personas, objetos, relaciones, etc., la tristeza, el miedo al fracaso y al futuro, así también el miedo a perder los vínculos y crecer como extraño en la sociedad receptora pero, sobre todo, en la propia.

Los cambios que este proceso produce en el sujeto abarcan sus relaciones externas e internas, así como la estructura de su personalidad (identidad); debido a la masiva y brusca ruptura de vínculos, a la búsqueda de un nuevo continente para sus emociones ambivalentes, y al esfuerzo por el mantenimiento de lo esencial de su identidad. La capacidad de seguir siendo la misma persona a través de la sucesión de cambios a lo largo de la vida del individuo, es lo que caracteriza básicamente la experiencia emocional de la identidad (Grinberg y Grinberg, 1980).

Este proceso no está exento de reacciones de angustia y de depresión, debido a la ruptura de los vínculos que se traduce en una serie de duelos, y promueve la necesidad de su elaboración. En la sociedad emisora y sobre todo, en la receptora, se crea la necesidad de modificar conceptos, valores y actitudes, para superar las ambivalencias, los miedos a la pérdida de la identidad social y la “pureza” cultural, que inicialmente genera el fenómeno migratorio.

La persona inmigrante inicia el proceso de adaptación en el momento de tomar la decisión de emigrar, que le exige poner en marcha los mecanismos psicológicos necesarios para la adaptación, incluso antes de iniciar el viaje migratorio. Sin embargo, a nivel social el inicio es más tardío y está sujeto a las ganancias y pérdidas que supone la migración para ambas sociedades (emisora y receptora), así como a la magnitud del “precio” que tienen que pagar a cambio de cubrir sus necesidades y resolver sus problemas. Existe una relación estrecha entre el proyecto migratorio, el grado de consecución de los objetivos, el apoyo social, la elaboración del duelo y el proceso de adaptación. Es decir, a mayor apoyo social y éxito en la consecución de los objetivos del proyecto migratorio, mejor es la elaboración del duelo migratorio y, por consiguiente, habrá mejor adaptación a la nueva situación, y viceversa. (Sayed-Ahmad, 2009).

El logro de una integración intercultural no sólo beneficia a la población inmigrante, sino también a la sociedad receptora, porque contribuye a la mejora del clima social, al fomento de actitudes de solidaridad y de convivencia; asimismo, mejora la autoestima, la estabilidad emocional y el rendimiento social y productivo de los inmigrantes, logrando entre todos la construcción y el mantenimiento de la sociedad del bienestar. Para conseguir una óptima integración intercultural, es necesario que se formulen Planes Integrales de Inmigración que impulsen y coordinen las diferentes actuaciones en todos los ámbitos políticos y sociales: estatal, autonómico y local.

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