El trastorno afectivo migratorio, ¿un problema de salud pública?
Ya existen foros sobre políticas públicas y el problema migratorio, su impacto sobre las economías locales y, detrás de todo esto, la aspiración de todo individuo a disfrutar de sus derechos civiles, a través de su trabajo, impuestos, participación en el futuro del nuevo colectivo al cual aspira pertenecer.
Harry Czechowicz y Sonia Peña-Czechowicz
Tomado del libro Inteligencia Migratoria en Acción
Es lamentable que las autoridades locales etiqueten a la persona que sufre este trastorno según su condición de “inmigrantes”, como si fuera una característica racial y no una condición humana y legítima de individuos que, por diferentes causas, han emigrado sin saber con anticipación que parte del precio de su decisión era padecer una suerte de anonimato y desvinculación de los referentes que le daban sentido y propósito a su identidad.
Esta ausencia o anonimato prolongado -traducidos en una profunda soledad social y existencial y pérdida del sentimiento de pertenencia comunitaria- después de un tiempo variable, pasa sutilmente a una parálisis, producto de la sumatoria de sedentarismos físicos, emocionales, intelectuales y espirituales.
Ya existen foros sobre políticas públicas y el problema migratorio, su impacto sobre las economías locales y, detrás de todo esto, la aspiración de todo individuo a disfrutar de sus derechos civiles, a través de su trabajo, impuestos, participación en el futuro del nuevo colectivo al cual aspira pertenecer.
En realidad inmigrantes son ciudadanos que aspiran a seguir siéndolo en otro país después de cumplir ciertos requisitos. Cuando esto le es negado y son agrupados en una gran masa que no distingue inmigrantes de refugiados, desplazados y otras clasificaciones, comienza un cuestionamiento válido sobre sus decisiones migratorias y la opción de quedarse, emigrar a otro país diferente o retornar al propio. En el caso de que existan niños o adolescentes, la decisión prácticamente sale del amor y del deber que tienen sus padres en ofrecerle algo que se pueda llamar futuro.
El altruismo tiene una fuerza arrolladora que justifica todo lo posible y a veces más allá de lo imaginable. Muchos migrantes envían remesas de dinero para la sobrevivencia de sus familias en su país de origen. Lo hacen con gusto y con la esperanza de una reunificación futura. Pero nos referiremos mayormente a aquellos migrantes que emprenden su camino por la vía legal, desde el comienzo de su proceso de análisis y posterior decisión migratoria.
Tampoco incluimos a las personas que se van a estudiar por un plazo determinado, sabiendo que van a volver, así como tampoco a personas que son enviadas por sus empresas por tiempos determinados (expatriados), aunque en muchas oportunidades ellos, o algún familiar, presentan síntomas del TAM.
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