Migración de ida y vuelta: hablan María Ester Fortunato y Mireya Pont

Con estos dos testimonios que dan cuenta de la complejidad de la experiencia migratoria, continuamos las entrevistas a personas que llegaron a Venezuela desde otro país, hicieron su vida, y regresaron recientemente a su país de origen. Hoy compartimos las reflexiones de dos mujeres tan argentinas como venezolanas.  
Por Blanca Strepponi 

Volver ¿a casa?
María Ester Fortunato

En el restaurante El Padrino, 1977
Cuando llegué a Caracas en 1974 comencé a tener miedo de morir lejos del frío. Después, el tiempo y las vivencias me otorgaron enfoques más vastos y universales.

Creo que nací con impronta de inmigrante. Lo fueron mis ancestros, lo corrobora astrológicamente mi Júpiter en casa IX, y tal como está el mundo, lo siguen siendo, aún hoy, mis propios hijos.

Durante cuarenta años Venezuela nos brindó una vida maravillosa, y desde que me mudé a Buenos Aires -en donde nací- tengo colocada una maleta en un rincón de mi cuarto, a modo de adorno, como si fuese una escultura vanguardista. Es la más bella y moderna de todas cuantas tuve, y nunca quise llevarla al maletero con sus pares. La considero el referente de mis más caras inquietudes migratorias, y permanece allí, vacía, desde hace varios años, aguardando que un día la colme de memorias y anhelos, tan pronto ocurra algún destello milagroso del Cosmos.

Pertenezco a una sociedad que nunca tuvo antes, conciencia tan nítida, profunda e insoslayable de la deriva histórica en que siempre hemos discurrido los humanos. Ahora hemos sido elegidos para protagonizarla.

Mi maleta-escultura, enhiesta, desde su acomodado rincón de la ciudad, siente culpa y vergüenza de sus fulgores celeste-platinados, y me apaña, me consuela y me alienta para no decaer, aún cuando marcho junto a tantos millones que, sin maleta, deambulan a la total deriva.



En mi país, la mayoría me trata como extranjera
Mireya Pont

Nací en 1954 en San Rafael, Mendoza. Viví en Venezuela desde 1978 hasta el año 2001, fecha en la que regresé a Argentina.

Durante los primeros años en Venezuela tuve presente que era una extranjera y, ocasionalmente, llegué a sentirme discriminada. Sin embargo, en algún momento “olvidé” que había nacido en otro país. ¡Solía decir que San Rafael era un producto de mi imaginación! Creo que demoré unos tres o cuatro años hasta sentirme integrada.

Me preguntas si hubo algún hecho en particular, un momento de revelación, que me llevara a la decisión de irme de Venezuela. Claro que lo hubo: cuando Chávez ganó las elecciones.

Imaginé que mi regreso a Argentina iba a ser sencillo, pero fue difícil. Cuando hago el balance entre lo que imaginaba y la realidad, entiendo que el país es otro y yo también soy otra. Me tomó años decidir que prefiero funcionar como extranjera en Argentina. De hecho, la mayoría me trata como extranjera. Y si bien me siento aceptada, no me siento integrada.

En cuanto a si han cambiado mis percepciones en general, tanto de mí misma como del entorno, absolutamente sí. Antes de irme mi integración estaba basada en la homogeneidad. Ahora pienso que te aceptan si no cuestionas las creencias del grupo. Estoy casi segura de que antes no era así. Igual, creo que era aceptada en la medida en que aceptaba el papel que me asignaban. Casi ninguno de los vínculos que tuve antes de irme sobrevivió a mi regreso, incluso con los que me mantuve en contacto durante todos los años que estuve fuera, al llegar afloraron diferencias y una intolerancia tremenda.

Pienso que sí, en la mayoría de los casos veo lo que sucede desde una perspectiva distinta a la de mis connacionales. Pero encontré un espacio entre personas con experiencias parecidas a las mías, gente bicultural, que acepta que hay más de una forma de ver las cosas y pueden ser todas válidas. 

Si bien considero, sin dudas, que tengo dos nacionalidades, sería para mí muy difícil regresar a Venezuela si la situación mejorara. Mi hijo, que nació en Venezuela, está muy integrado acá, casado y con una bebita, trabaja bien y en lo que le gusta. No podría poner distancia de ellos ni pretender que se fueran si nosotros nos fuéramos.



Comentarios

  1. Qué interesante! Y ayuda a muchos que se sienten en esa misma situación, que regresan y no saben bien de dónde son porque en realidad ya no son de un solo lugar. Me encantó.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Emigrantes venezolanos en Suiza

Identidad y autoestima: actuando para una audiencia

El arte del auto-sabotaje. Parte 1