¿Qué significa para usted la palabra emigrante?

Entrevista hecha por el Goethe Institut de Venezuela a la editora y escritora venezolano-argentina Blanca Strepponi
Blanca Strepponi. Foto: Efrén Hernández

Para mí el emigrante es una figura natural. Mis abuelos maternos eran judíos lituanos y los paternos eran italianos que emigraron a Argentina, país donde nací. Crecí escuchando hablar español (con diversos acentos), italiano e iddish, tanto en casa como en la calle. En la escuela, recitar la lista con los apellidos de mis compañeros nos sumergía a todos en una práctica lingüística exigente y variada. A mediados de los años 70, con la llegada de la represión, muchos argentinos emigraron. Así fue como llegué a Venezuela donde viví durante 34 años, es decir, toda mi vida adulta.

¿Cómo eligió el país en el que vive ahora? ¿Cuáles fueron las motivaciones?

El fin del ciclo democrático de Venezuela me llevó con gran dolor a tomar la decisión de volver a emigrar. Cuando ya uno no es joven, todo se vuelve más complicado. Argentina a su vez estaba en un ciclo de recuperación de la democracia, así que crucé los dedos y en el año 2011 volví a la ciudad donde nací. Todo es muy frágil. Aunque lo sabemos, nos cuenta aceptar que nuestros tiempos de vida son mucho más breves que los tiempos históricos.


¿Cómo ha sido su incorporación a la nueva cultura: siente que ha transformado la suya?

Por una parte, el haber nacido en el país me ha facilitado las cosas. Pero desde luego, el país ha cambiado muchísimo y yo también. ¡Nos estamos volviendo a conocer! Los venezolanos siempre supieron que yo era argentina, y aquí los argentinos me preguntan de dónde soy. Si alguna duda tenía, ya no la tengo: quedé por siempre extranjera. Eso en realidad no me molesta. Como soy escritora, la perspectiva que da la “extranjeridad” me ayuda a observar las cosas con cierta distancia, algo esencial para un artista pues lo que resulta habitual para los demás, puede ser advertido por uno en toda su expresiva peculiaridad. Con eso me refiero a costumbres, lugares, modos de vestir, de comer, de hablar… Buenos Aires es ahora mucho más cosmopolita que hace 40 años, más abierta a la experimentación cultural, por llamarlo de alguna manera. Y en esa apertura, los venezolanos tienen cada vez más mucho que aportar. Auguro cambios muy positivos para ambos: argentinos y venezolanos.

¿Se relaciona con venezolanos en general y/o en su espacio laboral?

Me relaciono con venezolanos inmigrantes a través de grupos de apoyo, ayudando en lo que puedo. Y también tengo amigos, algunos recién llegados, con quienes mantengo comunicación regular. La gente necesita mucha contención y consejos prácticos, así que el hecho de haber llegado hace casi siete años, hace que pueda tender una mano de modo más efectivo. La vida me ha ofrecido esta oportunidad de retribuir en algo, tanto de lo que recibí en Venezuela cuando yo fui emigrante allá.

¿Cómo es su contacto con Venezuela desde el exterior?

Sigo las noticias en detalle y estoy en contacto permanente con mis amigos. Ya sabemos que en estos casos la tecnología está de nuestra parte, pues podemos mantener cierta cotidianidad en las comunicaciones, la pequeña charla, el humor, las cosas profundas y también las tonterías del día a día. Es algo que aprecio mucho. Mi vinculación con la vida cultural venezolana, ante la que siento un hondo respeto, está viva y trato de difundirla. Y desde luego me sumo a campañas a favor de los derechos humanos.

¿Considera que su experiencia en el exterior ha enriquecido su carrera? ¿Cómo y porqué?

Pienso que todos los cambios, aunque sean dolorosos, enriquecen las experiencias de vida, incluyendo la vida laboral. Dicho esto, es innegable que mi carrera editorial se vio interrumpida, pues los logros profesionales de toda una vida son casi desconocidos aquí, donde además el ambiente laboral es altamente competitivo. De modo que, a la par de mantener mi actividad editorial convencional, también incorporé nuevas habilidades que me permiten trabajar como editora en redes sociales.
Para el emigrante, tal vez la experiencia más profunda sea el sufrimiento del ego. Puedo resumirlo en tres dolorosas palabras: nadie te conoce. Puede resultar traumático, es verdad, pero también es liberador. Y es una oportunidad para fortalecerse a uno mismo desde la humildad.

Fuente: https://www.goethe.de/ins/ve/es/kul/sup/voc/21319721.html

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