Los que quedan

La vida en Venezuela es una calamidad y, a pesar de ello, aquí seguimos la mayoría de quienes nacimos en ella.
Por Leoncio Barrios, Contrapunto
Fuente:  http://www.contrapunto.com/noticia/los-que-quedan-117485/


Panorámica de Caracas. Foto: hidendaemian, wikipedia 
Vivir en Venezuela en esta época es una osadía. Todos sabemos por qué. Gente del común, pro chavista, y, por supuesto, de la oposición, reconoce la crítica realidad nacional. Solo los altos funcionarios gubernamentales, jerarcas del partido del gobierno y quienes se benefician con esta situación se hacen la vista gorda.


El país está inmerso en el miedo, la rabia contenida y la frustración. Insisto: incluido el pueblo chavista. La cotidianidad se ha hecho un martirio: lograr los suministros elementales para comer, una proeza; el dinero para cubrir los gastos necesarios alcanza solo si tienes dólares; conseguir una medicina puede ser peor que la enfermedad; salir satisfecho de una diligencia ante un servicio público o privado, una rareza. El suministro de agua y electricidad, crítico. Las calles nocturnas, tétricas. Todo parece conspirar contra la gente.

Pensar en la rumba del jueves, en una fiesta familiar, un viaje turístico, es cosa del pasado, deseo imposible o de privilegiados. Eso también puede decirse de adquirir una vivienda, comprar un carro, comer bien; aspiraciones no solo de “pequeño-burgueses” sino de gente del común, incluidos los chavistas.

La vida en Venezuela es una calamidad y, a pesar de ello, aquí seguimos la mayoría de quienes nacimos en ella. Nos quedamos “hasta que se pueda”, dice la coletilla, y aunque hay muchos con ganas de salir corriendo y lo harán en cuanto puedan; un grueso se queda por diversas razones.

Algunos –al menos, por ahora, como diría el Comandante- no tienen otra opción que quedarse, otros, apoyan al Proceso y hay quienes, a conciencia de lo mal que está el país no consideran que es una mierda, como unos piensan y dicen. Aún cuando cada día se reducen los espacios, aquí todavía hay lugar para proyectos, negocios -Venezuela, paraíso fiscal- y, por supuesto, para afectos y sueños.

Por las redes, a veces, llegan mensajes que se suman a los de la familia y amigos promoviendo la ida del país, que todo el que tenga talento (o recursos de cualquier tipo) emigre. Inclusive, desde afuera se siente una suerte de menosprecio por quienes se han quedado, haciéndoles sentir que les faltan bríos para irse. Por supuesto, no necesariamente es así.

Algunos de los que aquí nacieron quieren vivir y morir aquí, otros reconocen que en este país sus antecesores desarrollaron proyectos, algunos amasaron fortunas (y siguen haciéndolo), realizaron sueños y sus hijos crecieron en mejor condiciones que ellos. Al fin y al cabo, que este es su país y aquí se quedan. En la decisión de quedarse cuenta hasta el clima, los sabores, los olores y en los caraqueños, el Ávila y las guacamayas.

Y es que, a pesar del clima mental y la realidad negativa, en el país hay algo, desde arraigo a un “no sé qué”, por lo que algunos quieren quedarse, e inclusive, volver.

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