Nostalgia en Navidad

Este es el sentido testimonio de Juan Carlos Bejarano, un colombiano residente en Londres:  "Creo que muchos de ustedes, amigos inmigrantes, estarán de acuerdo si digo que la Navidad es una de las épocas mas duras, nostálgica y hasta triste de quienes vivimos en el exilio voluntario o forzado. Ya les conté en uno de mis anteriores posts que me encanta vivir en Londres, sin embargo la nostalgia en Navidad es un sentimiento que aún después de tantos años no logro dominar".


En Navidad todo está permitido, no hay restricciones de ningún tipo y los niños también tienen derecho a divertirse.

Diciembre es un mes de añoranza en el que se extraña nuestra familia y la tierra en que nacimos. Cuanto no diéramos por estar en esta época con los nuestros. Prendiendo las velitas u organizando con todos los vecinos el alumbrado de la cuadra.

Mientras escribo, mi mente hace un viaje de 25 años al pasado y me veo con los amigos de la 39a del Barrio el Prado de Palmira. Es el día de alumbrado, algunos mayores comienzan a decorar sus casas poniendo las mismas luces de navidad y adornos navideños que he visto desde que tengo uso de razón.

Mi mamá pone las luces alrededor de la ventana y en los vidrios pequeños de la misma cuelga un Papá Noel y dos muñecos de nieve hechos con hicopor. Uno tiene un anuncio que dice “Feliz Navidad” y el otro “Próspero Año Nuevo.” No importa que todos decoremos nuestras casas con los mismos arreglos de siempre, la alegría es inmensa, ha llegado la temporada más alegre del año.

En el equipo de sonido de los Ospina suena el mismo LP de Navidad que cada año es igualmente desempolvado y en donde las estrellas de la Sonora Matancera cantan temas alegres, algunos tristes y otros hasta con coros en inglés alusivos al tiempo de Navidad.

Aunque no tenemos ni doce años don Luis Ospina nos llama para darnos un traguito de aguardiente: “ustedes ya son hombres, tienen que acostumbrarse a tomar aguardiente.”, nos dice. Fue sólo un aguardiente pero el quemonaso en el pecho no se ha ido a pesar de que la diminuta copa blanca no la “bebimos” hace más de diez minutos.

Con la valentía que nos da la única copa de Blanco del Valle del día nos subimos al techo para ayudar a don Víctor a poner los festones con banderines de colores y los faroles que adornaran la cuadra. Una vez terminada la labor, todos comienzan a sacar sus velitas para ponerlas sobre el andén o sobre las rejas del antejardín. Realmente no sabemos de quién fue la idea de ponerle velitas a la Virgen el 7 de diciembre, pero no nos importa porque estamos más felices que nunca, las fiestas de Navidad han llegado y ya no tenemos que ir al colegio hasta el “próximo año.”

En la radio suena pura música de diciembre y mensajes de diferentes anunciadores y de las mismas emisoras que les desean a sus oyentes unas felices fiestas. Dos en particular me llenan de alegría, una de Caracol Radio: “De año nuevo y navidad, Caracol por sus oyentes formula votos fervientes de paz y prosperidad… de año nuevo y navidad Caracol por sus oyentes, formula votos fervientes de paz y prosperidad…” y otro de un niño que canta un lindo jingle y que en su letra dice “… la navidad es todo aquello que nos hace recordar que la vida es bella que diciembre es amor, navidad Águila Roja, navidad Águila Roja...”

Ya ha pasado el alumbrado pero no nos importa porque todavía quedan por celebrar la llegada del “niño Dios” y la despedida del año. Estas fiestas apenas comienzan. Todos tan felices y mi pregunto por qué no puede ser navidad todo el año para que todos estemos felices por siempre.

Pero para que llegue el “Niño Dios” tenemos que rezarle durante 9 días, a partir del 16 de diciembre. En la cuadra hay cuatro pesebres pero hay uno que es nuestro favorito, el de doña Lía. Es el mejor decorado pero además esta amable señora siempre nos da los mejores regalos.

Nadie se pierde la novena. Alegremente nos preparamos para visitar los diferentes pesebres. Doña Nive, la dueña de la tienda de la esquina nos permite recoger todas las tapas de gaseosa. Luego sin que nuestros padres se den cuenta, cortamos un pedazo de el alambre de colgar la ropa para hacer nuestro “magnifico” instrumento musical; “los chilindrines” con los que acompañamos los villancicos.

Llega el 24 de diciembre y me veo metido en la cocina de mi abuela quien desde temprano está preparando los tradicionales platos de navidad como manjarblanco, natilla y buñuelos, mientras en una olla inmensa los tamales terminan de cocinarse. Cuando toda la comida está lista la abuela saca de la alacena todos los platos y bandejas disponibles para poner en cada uno de ellos un tamal, unos buñuelos, un pedazo de natilla y unas cucharadas de manjarblanco que tendré que ayudárselos a repartir a los vecinos; los Rueda, los Ospina, los Díaz, los Añasco, los Bastidas, los Salcedo, los Cabrera y todos los vecinos más queridos.

Un “mandado” que debería durar diez minutos no puede hacerse en menos de tres horas porque resulta que cada vecino que recibe el plato navideño a su vez envía uno, no sin antes dar al “mandadero” más manjarblanco, buñuelos, arequipe, galletas, brevas, vino Cherrinol o Cinzano o en su defecto el espumoso Cariñoso.

La hora de cenar no ha llegado aún y uno ya está que no puede comer más, entonces toca convocar a todos los amigos de la “gallada” para jugar un picadito en plena calle 39ª, con descanso de treinta segundos cada siete minutos cuando pasa el bus de la “Palmirana de transportes.” El “picadito” dura tres horas y al final no se sabe quien ganó porque los dos equipos perdieron la cuenta de los goles.

Todos corremos a nuestras casas a bañarnos y a ponernos el “estreno” del año anterior o el nuevo, dependiendo de si hubo dinero para comprar uno. Se reúne la “gallada” otra vez y nos vamos metiendo a todas las casas en donde los parlantes del equipo de sonido, amplifican tan duro que pareciera que se fueran a reventar. La música sigue sonando y en la casa de los Rueda Sanchez la gente ya no cabe. Sólo dos o tres de la gallada saben bailar de verdad, pero eso no impide que los demás saquemos al “centro de la pista” a todas las muchachas y señoras presentes.

A las 11:55 no queda ni un niño en la calle, todos corren a abrir los regalos de navidad. Normalmente nuestros padres hacen todo lo posible para comprarnos el regalo que queríamos. A veces no recibimos lo que deseábamos, pero los amigos más afortunados nos permiten jugar con sus regalos.

Regresamos a las fiestas en casas de vecinos. Bailamos durante toda la noche los temas de Nelson y sus Estrellas, Pastor López, Lizandro Meza y docenas más. Nadie nos dice que nos vayamos a acostar a pesar de que ya son las tres de la mañana. En Navidad todo está permitido, no hay restricciones de ningún tipo y los niños también tienen derecho a divertirse.

El 25 de diciembre los mayores tratan de dormir, pero se levantan constantemente corriendo para el baño y mandándolo a uno a buscar alguna tienda o farmacia que este abierta y que tenga Alka-Seltzer o Sal de Frutas Lua. Nos da “rabia” que nos manden ya que lo único que queremos hacer es jugar con nuestros nuevos juguetes.

Mi hijo Sebastián me trae de regreso a la realidad. A Londres, 2011. Sus pequeñas manos me tocan las mejillas mientras me mira fijamente. Inicialmente no entiendo por qué lo hace, pero cuando le tomo sus manos me doy cuenta que están húmedas por mis lágrimas que caían sin que me diera cuenta.

A sus dos años no entiende que todos los diciembres su padre sufre de una enfermedad temporal, recurrente e incurable. Una dolencia del alma que afecta a quienes están fuera de su tierra y que por una u otra razón no pueden viajar a su tierra para calmar la nostalgia en Navidad.

Como siempre me prometo que el próximo año iré “sea como sea.” Posiblemente el bendito trabajo no me dejará cumplir la promesa. Mientras tanto no tengo otra opción que sumergirme en la nostalgia decembrina desempolvando los cds que me grabaron mi primo John y mi amigo William hace varios años y que contienen todos los éxitos de diciembre y los villancicos. El 24 prepararé buñuelos y natilla, y con melancólica alegría recordaré los bellos tiempos de la niñez en los que todo era más fácil y la palabra nostalgia era desconocida.

Fuente: http://www.elpais.com.co/elpais/blogs/ecos-diaspora-colombiana-en-europa/nostalgia-en-navidad-0#.Vmdb5Lm_Osw.mailto

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